Doña Chonita, Concepción Ramírez Mendoza alguien a quien ustedes han visto muchas veces. Sí, porque ella es la modelo de la moneda de 25 centavos. Fue elegida como la jovencita más linda de Santiago Atitlán a los 17 años y recibió a cambio Q2.00. En esa época Chonita no sabía las tragedias que tendría que enfrentar cuando llegaran los temibles años 80’s que sumieron a Guatemala en un funeral continuo.
La joven modelo se casó, tuvo 6 hijos y llevaba su vida en el esforzado anonimato que es el destino de miles de mujeres indígenas, mientras su esposo, Miguel Angel Reanda Sicay, se dedicaba al comercio.

El padre de Chonita, Pedro Ramírez, era pastor evangélico con gran vocación de servicio social, lo que le costó la vida a manos del ejército, quien cometió un atentado contra su vida; le llamaron «el predicador de la guerrilla» y la segunda vez no pudo escapar.
Poco después Antonio, su cuñado, corrió la misma suerte, junto con su hijo. Y sus hermanos también. La familia de Chonita experimentó muerte tras muerte. Y aún faltaba el dolor más grande. En 1990, Miguel Ángel Reanda viajaba hacia la capital en un autobús que fue interceptado por el ejército.

Cuando los soldados los intimidaron, Miguel se levantó, diciéndoles con valentía que los que iban allí eran personas trabajadoras y que los dejaran en paz. Fue lo último que pudo decir.
Cuando se le preguntaba a Doña Chonita por qué mataron a su esposo, respondía: «El no andaba metido en nada. Sólo andaba consiguiendo la tortilla», es decir, la comida para la familia.

Así comenzó para Doña Chonita la dura experiencia de criar sola a seis hijos y tener que trabajar en lo que se pudiera, lavando ropa de otros; ganando al cabo de un día de trabajo solamente Q5.00.
Fue dura la vida que Doña Chonita enfrentó con dignidad, la que tuvieron todas las viudas de la guerra, teniendo que pasar por muchas humillaciones y tragarse su dolor porque en esos tiempos «no podían culpar a nadie ni decir nada» sobre las muertes de la familia.

Estar en la moneda de 25 centavos sólo sirvió para que los medios de comunicación le hicieran reportajes y algunas autoridades homenajes de pura forma pero sin darle ni siquiera el crédito de su nombre en la moneda. Es la única persona de las que aparecen en monedas y billetes, innominada.
Todas las promesas nunca se hicieron realidad. Julissa dice que el mejor homenaje para su madre sería que le coloquen su nombre a la moneda.

Las viudas de la guerra son casi todas mujeres indígenas olvidadas hasta hoy por las autoridades y por la ciudadanía. Ellas no murieron, pero llevan dentro heridas incurables. También son víctimas. El mínimo homenaje que merecen es el nombre de su representante en esa moneda.
Fuente: demapeo.memorialparalaconcordia.org












