Con información de Fernando Castellanos.
El 24 de octubre de 1902, el volcán Santa María, ubicado en Quetzaltenango, protagonizó una de las erupciones más fuertes del siglo XX. La actividad, de tipo pliniano, levantó una impresionante columna de ceniza de hasta 29 kilómetros de altura, dejando un cráter de aproximadamente mil metros de largo por 700 de ancho en su ladera suroeste.
Se estima que el coloso expulsó cerca de 10 kilómetros cúbicos de material volcánico, y la explosión fue tan potente que se escuchó hasta Costa Rica. El desastre natural causó la muerte de unas seis mil personas y cubrió con más de un metro de ceniza una extensa región de 150 kilómetros cuadrados, afectando gravemente comunidades y cultivos de la zona.
Tras la devastadora erupción, surgió un nuevo cráter activo conocido como Santiaguito, ubicado en la base del Santa María. Desde entonces, este complejo volcánico ha sido uno de los más activos de Guatemala, con erupciones frecuentes que pueden observarse desde la cima del volcán principal.
Actualmente, el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (INSIVUMEH) mantiene un monitoreo constante del Santiaguito debido a su actividad continua. Aunque la erupción de 1902 fue la más destructiva, el Santa María ha mostrado actividad en distintas etapas de los siglos XX y XXI.
Sus últimas erupciones significativas ocurrieron el 22 de agosto de 2013 y el 24 de agosto de 2016, aunque de menor magnitud en comparación con la de 1902. Por ello, el Santa María sigue considerado un volcán activo y de vigilancia prioritaria, debido al riesgo que representa para las comunidades cercanas.
