Hace 22 años, Guatemala vivió uno de los episodios más oscuros de su historia reciente. Tras la negativa del Tribunal Supremo Electoral de permitir la candidatura presidencial de Efraín Ríos Montt, simpatizantes del FRG tomaron las calles… pero no en protesta pacífica.
Encapuchados, armados con palos, machetes y hasta armas de fuego, bloquearon calles, quemaron llantas y sembraron el terror en puntos clave como el TSE, la Corte Suprema y medios de comunicación.
Periodistas fueron agredidos. El reportero de elPeriódico Juan Carlos Torres fue rociado con gasolina. Y Héctor Fernando Ramírez, conocido como el Reportero X, murió de un infarto mientras huía de la turba.
Lo más grave: la Policía Nacional Civil no intervino. La inacción fue total.
Diputados y candidatos del FRG fueron vistos liderando la turba, mientras Ríos Montt declaraba que «no era responsable» de lo que hicieran sus simpatizantes.
Las imágenes de ese día, el miedo colectivo y la muerte de un periodista dejaron una profunda cicatriz en la democracia guatemalteca.
