La Universidad eurocéntrica necesita realizar un giro decolonial, ir de la universidad de la ignorancia a la universidad de la sabiduría. Como dice Bonilla-Molina (2016) su falla es de origen, en el preciso momento de su génesis colonial. Para Michéa (2002) ella opera como “escuela de la ignorancia”; finge enseñar qué es y cómo funciona el mundo, pero realiza justamente todo lo contrario, al compartir el pensamiento occidental como pensamiento único y verdadero, sin considerar los saberes originarios y la educación intercultural.
La Universidad entorpece la imaginación, esteriliza el pensamiento crítico/creativo, reduciendo nuestra capacidad para comprender el mundo que nos ha tocado vivir. Llaga un momento en que es importante iniciar una revuelta contra ese mundo que nos ha tocado vivir y a partir de ese momento la revuelta contra ese mundo se convierte en una necesidad bioética.
El quehacer de la Universidad como centro educativo se centra en debilitar los espíritus revolucionarios de estudiantes/docentes y amputar la voluntad de cambiar el mundo y reencantar la vida. Nuestra educación fue ordenada para el progreso/desarrollo, con el fin de impedirnos aprender de la vida, en la vida, con la vida y para la vida, como proponen los pueblos originarios mayas.
En la Nueva Universidad deben convivir diferentes culturas y dialogar distintos pensamientos, la interculturalidad y saberes ancestrales deben integrar la malla curricular, con el fin de propiciar un diálogo entre el paradigma crítico de la innovación institucional, la perspectiva decolonial que es el bucle educativo, “La Universidad está sometida a poner en evidencia su etnografía institucional, que pone al descubierto el trabajo que culturalmente hemos aprendido a ignorar”. (Escobar, 1998, p. 194)
Es a través de las prácticas universitarias, que el poder dominante nombra, ordena, clasifica, normaliza, homogeneiza, planifica, regula, aglutina/separa, incluye/excluye, castiga/premia, jerarquiza, evalúa, e instituye verdades/certezas sobre qué hacer y qué no hacer, qué es falso, y qué es verdadero, que voces escuchar y cuáles silenciar, qué saber cultivar y cuáles ignorar, incluso establece la meta-educativa del lenguaje oficial.
Una vez establecido un orden educativo hegemónico, no puede ser cambiado, solo reemplazado, pues sirve a su propósito original. Por lo tanto, son prácticas que se introducen en la vida cotidiana de las personas comunes, el discurso hegemónico, reglas políticas, autoridades, epistemología, significados culturales y arreglos institucionales, modelan las prácticas sociales de toda la comunidad educativa.
No cabe la menor duda que la división racial del espacio Occidente-Oriente, Norte-Sur, del trabajo (esclavitud para los negros, servidumbre para los indios y trabajo asalariado como un casi monopolio de los blancos) de los recursos y productos, de los pueblos conquistados que estuvieron colonizados, con sus territorios usurpados, culturas erosionadas, historias soterradas, lenguas extinguidas, voces silenciadas, saberes descalificados, dignidades violadas, sueños deshechos, mentes casi esterilizadas y modos de vida destruidos. Han permitido sostener que los pueblos originarios constituyen una carga y una traba para el supuesto desarrollo. Pero a qué modelo de Desarrollo, solemos referirnos, desde los pueblos originarios se habla de afirmaciones simultánea de las diversas identidades individuales y colectivas, para un enfoque innovador de lo universal y particular, para la formación de nuevos sujetos plurales.
Como expresa Souza (2012) la colonización instituida por la clasificación social de los pueblos a partir de la raza (primitivo-civilizado, desarrollado-subdesarrollado, primer-segundo-tercer mundo) instituyo patrones de poder que operan sobre el saber, el Ser, la naturaleza, el conocimiento y el poder reproduciendo la hegemonía occidental.
Esto permite entender la repugnancia existente en contra de los pueblos originarios a través de toda la historia, más de 500 años, de violación de los derechos humanos, de ultraje, de robo, de invisibilización, de colonización, de satanización de las creencias, de la espiritualidad y de los saberes originarios, un holocausto americano, heridas que siguen abiertas hoy en día, solo con algunos matices diferentes. Es por ello por lo que, en ningún plan de candidatos a rectoría de la única Universidad estatal, se visualiza la política de interculturalidad educativa.
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