En el solemne silencio del Solsticio de verano…

por | Jun 21, 2023 | Opinión | 0 Comentarios

¡Liberar el Prometeo que llevamos dentro y emprender nuevos tiempos…!

Dicen que el silencio no te cambia, pero al parecer te hace mejor… Y seguramente es por esa extraordinaria virtud del reencuentro personalcon lo divino, porque es allí donde comienza la liberación…

Justamente, el Solsticio es ese momento de silencio… ocurre sin notarlo, imperceptible, es ese momento que los Celtas descubrieron portales del tiempo para nuevos comienzos… eran culturas abiertas a lo nuevo… ¿Por qué a veces cerramos las puertas a lo nuevo…? 

El solsticio de verano en Guatemala ocurrió esta tarde 21 de junio a las 14.58 minutos. Muy pocos lo supieron. La alarma del móvil fue intensa con la melodía de Lou Armstrong(1901-1971) “Lo maravilloso del mundo” (What wonderful World) que decidí convertir enhimno de vida desde principios de siglo. Me despierta cada madrugada y en ese rito del amanecer me repito cada día que debo ser mejor… dar más allá de lo que corresponde. 

Por ello, aunque a veces se reciban olas sutiles de denuestos a causa de los males emocionales contemporáneos (cóleras irracionales, ira, desprecios) la respuesta es bondad y compasión ¡ser mejor! o ¿habrá otra manera de ser mejor…?

No me cabe duda y es probable que el solsticio de verano no tenga ningún mensaje en la vida de esta parte del hemisferio entre el paralelo del Trópico de Cáncer y Capricornio, excepto por copiosas lluvias. Vivimos en la cintura del planeta donde al parecer todo llega tarde y como dice el poeta Ak’abal (1952-2019) todo queda lejos… y ¡nunca pasa nada…!Pero para las culturas antiguas el Solsticio era el nuevo comienzo.

Siempre entendí que escucharse es interpelarse, es  llegar a ese límite que aunque no sea la Razón pura, de Kant (1724-1804) tendría ese momento elevado de expiación y sentido de vida, a veces para borrar pasados… y empezar de nuevo…

Algunos tenemos historias de vida espiritual que fueron momentos de encuentro. Allí aprendí el poder de esa cita cotidiana íntima y solitaria antes del amanecer, esa que aspira a un mejor día. Justo en ese momento más oscuro como anuncio del amanecer.

Encontré en los relatos de la historia de San Ignacio de Loyola (Vigil, 1989) que seguro se basa en ese momento del retiro del Jesús humilde y pobre allá en el Monte de los Olivos, en esa la noche de confrontación de vida, pasión y muerte. Momento crucial del hombre/Dios que cuestiona su realidad y que finalmente la acepta. (Lucas, Valera, 1960)

Justamente, el solsticio es ese momento astronómico de efecto climático, los días son más largos y atemperados. Tienen esa posibilidad de valorar la existencia de la vida, y más cuando los amigos empiezan a partir… a veces antes del ocaso…

Pero también son de aventura y encuentro pasado, donde los termómetros del pensamiento encallan en esos cálidos caminos juveniles para subvertir nostalgias, esas que en la distancia retratan narrativas e imágenes, algunas inventadas…

Es el momento donde las amarras del tiempo presente se rompen y recurren al pasado en circunstancias a veces inverosímiles.  Relatos de momentos que nunca pasaron…pero que la mente en esas jugarretas emocionales las repite…

Narraciones que vienen de vez en cuando en cada solsticio para recordar relatos que se fueron intensificando con el tiempo hasta alcanzar veracidades creíbles.  Y que hoy no son más que nostalgias de historias perdidas, como las que conté recientemente a un dilecto amigo camino a Narita, para retornar después de un largo periplo por Tokio y que seguro, olvido diez minutos después.  

Me cuesta despedirlos con el hasta siempre… parecen reales, es como salir de una bilocación de viajes imaginarios… es abandonar aquellas tardes de adolescencia… pero hay que dejarlos ir, como dice Antony Hopkins (2022), porque ya se marcharon…

Más allá de ser una anemoia (sentimiento producido por la emoción desconocida difícil de explicar) solo es un acto piadosos de la nostalgia que seguro no controla la conciencia. Pero quedarán allí en lo que Freud (1856-1939) llamó memoria implícita o inconsciente, en esainmensa tundra insondable, que viene sin cita en cada solsticio…  

Son eso, hazañas de narrativas que marcaron esas tardes en ese pueblito perdido en el  norte de Guatemala. Relatos que hacían de cada día la suma de conclaves… para alguna vez recurrirlos en el tiempo que confieso hoy, ¡nunca imagine que llegarían tan rápido…!

Alguna vez lo dijo Goethe (1749-1832) en aquella apoteosis de libertad que todos llevamos dentro… “¡Y, cuando era niño, no sabía por qué volvía al sol la mirada extraviada!” (Prometeo, 1772/1774) y que seguramente es la que se extiende en ese sentido de liberación que buscamos o confrontamos cada día, en esos acontecimientos que cambian la vida hasta épocas para emprender nuevas rutas y seguir adelante…

Son historias que vinieron esta tarde con en el solsticio, pero hoy mismo se fueron… como aquellos forasteros que solo reposan para continuar hacia otra nueva jornada… 

Pero, vendrán de nuevo en ese espectáculo anual, al igual que aquel hermoso y eterno canto, a ese del “Paris que no se acaba nunca…” (Hemingway, 1964, P. 170) y que como repite Joan Manuel Serrat, en apenas un “Hola y un adiós…”.

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