Desde inicio de este año los guatemaltecos han sido sometidos a una tortura social, cultural, política y económica de tipo fascista en la que, por medio de engaños y respuestas preconcebidas, pretenden poner en evidencia que todo está muy bien, invitándole a pensar y creer como lo establecen los spots realizados desde las empresas publicitarias contratadas para modificar las opiniones de los ciudadanos.
Uno de los grandes riesgos es querer imponer falacias, creyendo que el pueblo es neófito, es un atrevimiento pleno poner en evidencia que pensaran por la población, como se atreven a pensar, a opinar, a elegir y a mediatizar los sentimientos de la niñez, juventud y adultos, coartando la liberta de expresión que es el único baluarte de la ciudadanía.
Las fuerzas de conflicto y tendencias divergentes son útiles pedagógicamente cuando aporta elementos para discutir en las aulas las diferentes oposiciones para entender y responder al cambio cultural y educativo que afecta al estudiantado, es el momento que los educadores se aparte de la postura “laissez faire” y asuman el rol político pedagógico que contribuya a cambiar las condiciones de producción del conocimiento para comprender la realidad el país.
Es trascendental para la niñez y juventud, el papel del educador para comprender y atender los alcances de la política y el poder que tiene la pedagogía desde la critica constructiva para contribuir en la modificación de las condiciones de vida de la juventud, los pueblos originarios, las mujeres, los abuelos y abuelas, desposeídos de las políticas públicas y de los servicios básicos.
Es papel del educador comprender las condiciones cambiantes de la formación de la identidad nacional, la cual se encuentra mediatizada e influenciada por los medios electrónicos que producen una nueva generación de jóvenes que viven entre fronteras de lo real e irreal, basados en la cultura noreurocéntrica y en sus tecnologías de la comunicación, y en un mundo posmoderno de identidad híbrida.
El hoy y el ahora exige cambiar la neutralidad de los educadores, la cual nos convierte en instrumentos manejables por el sistema, y mantener una actitud acrítica en las aulas acrecienta la inercia reproduciendo los errores del pasado y mantiene las limitaciones, sin hacer que el estudiantado pregunte sobre lo que sucede en el contexto.
No son los conocimientos, los saberes, las verdades y los valores que se transmiten a través de discursos, los que dan sentido a la vida. El sentido no está ni en los planes de estudio, ni en los objetivos o competencias, ni en el traspaso de los contenidos. El sentido se entreteje de otra manera, desde las relaciones inmediatas, desde cada ser, desde los sucesivos contextos en los cuales se vive, desde los procesos, desde las relaciones significativas.
“La educación sola no cambiará el país, pero el país no cambiará sino cambia la educación”
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