Stiglitz (2002, 2021) dijo alguna vez que no era exactamente el PIB el índice de crecimiento, sino las condiciones de bienestar de la sociedad. Más allá de cualquier intento por conceptualizar el papel del Estado en su función rectora para reducir la desigualdad, es su capacidad de ordenar el sistema de implantación y dirección de políticas.
Tiene razón Salazar (2010) el modelo de políticas no viene solo y tampoco es automático. El Partido político es un eslabón importante en el debate de políticas, que hasta ahora solo es un intento retórico por aumentar el discurso político partidario que normalmente se enciende en etapas y procesos electorales, sin ninguna postura de pensamiento dado que, que los partidos perdieron identidad ideológica (Panebianco, 1995) y sus patrocinadores o dirigentes tienden a esa confusión intencionada, lo que les permite eclecticismos para la defensa de posturas extremistas que ponen en marcha una vez alcanzan el poder gubernamental.
Ello deviene de un sistema de partidos políticos que en este segundo decenio del siglo XXI en la región, carecen de identidad ideológica y generalmente con liderazgos emergentes que provienen ahora de sectores religiosos en un fenómeno que ha encendido las alarmas del hemisferio, particularmente de la academia, intelectuales y tanques de pensamiento por el surgimiento, ascenso y mayor escalada de partidos políticos fundamentalistas (lideres teocráticos) con rasgos integristas (uso de la fuerza para aceptar la creencia) que interpretan la realidad con misterios divinos en el que, por extraño que parezca representa un modelo de dureza teológica para juzgar la realidad, y los fenómenos sociales.
Las nuevas generaciones en el tercer decenio del Siglo XXI deberán recuperar el papel del Estado laico, hacia etapas de reconstrucción de Estados altamente políticos con miradas desde dinámicas de reconstrucción en camino a un progreso sostenido y social (Piketty, 2014) que rompa con mesianismos.
La desigualdad no solo es consecuencia del modelo de Estado, sino de las dinámicas económicas que limitan la prosperidad. Es urgente pasar de la retórica demagógica electoral, sino trazar rutas hacia el bienestar de la sociedad.
No existe fórmula o teoría general que permita un marco de adecuaciones para construir la ruta que reduzca las desigualdades. Quedó demostrado en este breve intento que es desde el Estado. La decisión es política y son los sectores económicos los que pueden encontrar la ruta de procesos hacia el bienestar mediante diálogos sociales, de política y económicos.
Sin embargo, cuando las políticas públicas de un país no constituyen el rumbo para la solución de procesos crecimiento y desarrollo las condiciones de la conducción Estatal tienden a dispersarse; dispersando también las capacidades de impacto real en el largo plazo para la sociedad.
En esa perspectiva y desde una aproximación general se proponen tres aspectos claves:
El papel del Estado y las instituciones públicas. Sachs (2005) repetía que, en el pacto global para acabar con la pobreza en el año 2025, gran parte de los procesos de cambio tienen como principal núcleo los grandes marcos estatales en su diseño de prioridades y son los que deben prevalecer, dado que desde allí se construyen las políticas públicas capaces de transformar las realidad sociales, económicas y políticas.
Ello deberá entenderse por instituciones fuertes a partir de democracias con Estados de derecho que administran la justicia de forma independiente y donde sus políticos, empresarios y ciudadanos están sujetos al control y regulación de la normativa.
El rol de las políticas fiscales y sociales. Cuando se compara Dinamarca con Centroamérica (Abrahamson, 2007) frente a la evolución de sus condiciones socio económico y políticas, uno de los principales factores claves son el diseño y modelo de Estado y su comportamiento frente a las capacidades para sostener dicho diseño.
No se trata de comparaciones subjetivas, dado que la realidad del Índice de Desarrollo Humano (PNUD, 2021) confirma la regla, son aquellos factores como la predictividad jurídica, la participación democrática, la transparencia y la rendición de cuentas no como excepción sino como comportamiento habitual de sus instituciones.
El dialogo social y de políticas con sentido de Pacto para alcanzar procesos sostenidos que puedan impactar en reformas graduales. Finalmente, para definir el norte no basta el simple liderazgo político o empresarial, sino de la expectativa ciudadana por entender y proponerse la prosperidad como ruta de la sociedad. Esto no es un regalo divino, sino una lucha de acuerdos y pactos donde el dialogo político se convierte en cultura de consensos para las grandes decisiones del Estado.
Mientras ello ocurre, en el umbral del tercer decenio del siglo XXI se encuentra América Latina y Guatemala, en un proceso por gestionar la crisis sanitaria de las vacunas en escenarios de ya en colisión social. Todavía hay tiempo para el dialogo, la Agenda 2030 de los ODS es un referente para un el pacto.
El límite del umbral está cerca, para la ciudadanía es el momento para emprender salidas pactadas, la expectativa es elevada y la esperanza supera por primera vez cualquier duda Bien sentencio Martí “Solo la libertad ilustrada tiene el monopolio de todas las virtudes…” entonces, ¿Gobernar por políticas o por coyunturas…?
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