Juventud

por | Nov 21, 2022 | Opinión | 0 Comentarios

Muchos estudios demuestran que la presencia y participación de jóvenes en movimientos estudiantiles, sindicatos, partidos políticos, organizaciones comunitarias, etc. en América Latina es ínfima. Sin embargo, cuando se les pregunta a los jóvenes sobre su interés por participar, las respuestas positivas son abrumadoramente altas, lo cual demuestra que lo que rechazan son las prácticas con que algunas de estas organizaciones se manejan, y no sus fines u objetivos concretos. Esto es muy relevante: los jóvenes quieren participar y lo hacen muy activamente cuando las convocatorias son transparentes y compartibles,  pero no quieren sentirse manipulados.

Por otro lado, casi todos los estudios consultados destacan que entre una mayoría de los que participan se verifica una relación de involucramiento asistemático: en la mayor parte de los casos, se trata de una participación en actividades específicas, durante ciertos períodos de tiempo, y no de una pertenencia a las organizaciones como tal. Esto evidencia otra característica relevante: los jóvenes viven el presente con una gran intensidad, sin que en sus vidas cotidianas pese demasiado la noción de mediano y largo plazo.

Estamos, en todo caso, ante un nuevo paradigma de participación juvenil, totalmente distinto al tradicional: mientras que en el pasado las identidades colectivas se construían en torno a códigos socio-económicos e ideológico-políticos, ahora se construyen en torno a espacios de acción relacionados con la vida cotidiana (derechos de la mujer, defensa del ambiente, etc.); mientras que en el pasado los contenidos reivindicativos se relacionaban con la mejora de las condiciones de vida (en educación, empleo, salud, etc.), ahora se estructuran en torno al ejercicio de derechos (en la sexualidad, en la convivencia, etc.); mientras que en el pasado los valores predominantes tenían una impronta utópica y totalizante (el cambio social debe modificar la estructura para que cambien los individuos) ahora están más vinculados con el aquí y el ahora, desde la lógica de los individuos, los grupos y las estructuras (en simultaneo); y mientras en el pasado la participación era altamente institucionalizada, ahora se reivindican las modalidades horizontales y las redes.

El racismo y la discriminación en nuestras comunidades, países y región aún persiste y sus manifestaciones se reflejan en algunos medios de comunicación, en las políticas públicas, en las estadísticas y en las actitudes y comportamientos negativos enraizados dentro de nuestras culturas y en el pensamiento colectivo de nuestras sociedades. 

Al abordar la temática del racismo y sus consecuencias sobre la juventud, debemos entender también el concepto de la interacción de la discriminación; es decir, un joven indígena o afrodescendiente, debe luchar por avanzar en una sociedad en que es víctima de discriminación racial y discriminación por su edad a la vez. Una joven indígena o afrodescendiente es expuesta a las mismas manifestaciones de discriminación, sumando a éstas la discriminación de género que es tan común en nuestras culturas machistas.

Otro de los problemas que enfrenta la juventud en América latina y el Caribe es su participación inadecuada en los procesos de definición y ejecución de políticas públicas. La juventud participa desde una posición desinformada y desorganizada en los procesos de consulta y toma de decisiones que afectan su situación económica, política y social. Se necesita un cambio radical, sin duda, que hay que asumir a todos los niveles, para potenciar la participación juvenil en los procesos de desarrollo a futuro.

Es fundamental crear estrategias diferentes desde todos los sectores para que los jóvenes de la región tomen el liderazgo y puedan progresivamente transformarse los pueblos de las Américas. Para que pueda existir ese liderazgo es importante que el proceso de fortalecimiento de las organizaciones juveniles continúe. Las organizaciones juveniles deben contar con la información, la tecnología y las capacidades y habilidades necesarias para elaborar y gestionar proyectos de una manera clara y coherente ante sus gobiernos, ante la sociedad civil de sus países y ante las agencias donantes.

Los jóvenes tienen el derecho y la obligación de incidir en las políticas públicas de los estados, garantizando que sus intereses sean reconocidos y sus problemas y necesidades sean temas de discusión permanente en la agenda nacional de nuestros países. Solo así los jóvenes podrán participar efectivamente en el desarrollo nacional y regional y en la construcción de un futuro mejor.

Hasta la próxima semana.

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