El juego perverso de la política

por | Mar 14, 2022 | Opinión | 0 Comentarios

Los ciudadanos somos testigos, más no protagonistas, de la lucha por el poder político en la mayoría de los países. Los “juegos de la política” se convierten en elementos peligrosos para cualquier democracia.

Grandes pensadores lo describen como la “teoría del juego” y que no fue diseñada exclusivamente para analizar los comportamientos políticos de una sociedad, sino más bien como un enfoque valido para comprender la real dimensión y funcionamiento de las diversas instituciones sociales.

Antes y ahora existen “luchas” políticas motivadas por conflictos de ego, estatus y poder. La agresión entre los contendientes políticos usando las más insólitas artimañas es aceptado como algo normal. Las persecuciones de carácter político muchas veces son disfrazadas de figuras delictivas reguladas por las leyes. Los sistemas de justicia en la mayoría de los países en desarrollo del mundo parten de la premisa que todos son culpables hasta que muestren lo contrario, la presunción de la inocencia se ha vuelto un lujo que son pocos los que tienen esta garantía. 

En el mundo de hoy vemos que las ambiciones políticas y de poder son las que provocan las guerras e injusticias. Es importante que las sociedades construyan políticas públicas bajo ejes transversales de solidaridad, ayuda a los que hoy tienen nada y la satisfacción de sentir que estamos usando al Estado en su conjunto para lograr ese ansiado bien común, donde básicamente la defensa de la dignidad de la persona que contiene libertad e igualdad son los valores esenciales de convivencia pacífica al margen de las cosas materiales que no hacen sino dividir al ser humano. 

En la política y en las democracias bajo la garantía al derecho de la libertad de expresión se llegan a extremos de ofender a quienes hacen política usando especialmente las redes sociales y escondiéndose muchas veces en el anonimato. El juego en la política de grandes discusiones programática e ideológicas está desapareciendo.

La difamación y las burlas en la política rebajan la dignidad de las personas, y este trato injusto es una falta de respeto. La gravedad de una falta de respeto depende de lo que se realice y de la dignidad que se intenta dañar. 

Toda persona merece respeto. Este deber básico incluye respetar bienes, vida, nombre, intimidad, etc. El respeto no significa dejar a los demás que hagan lo que les venga en gana, hay actitudes que se deben condenar y asuntos que se deben corregir. 

El respeto mutuo protege la dignidad de las personas y por tanto origina seguridad y confianza. Si se tiene el hábito de respetar, el respeto le saldrá espontáneo, es cuestión de ética y moral. Los políticos deben dar el ejemplo.

Hasta la próxima semana.

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