Educación ancestral

por | Ene 14, 2022 | Opinión | 0 Comentarios

Todas las mañanas, recuerdo como los abuelos y abuelas se encuentran con la gran luz del día, hacían reverencia a quien brindaba los primeros rayos, brindando energía para realizar las labores diarias, una obligación que debería seguir toda la familia, algo inevitable para meditar con la luz natural, que brinda conocimiento y entendimiento, iluminando el camino blanco de unión y respeto por los congéneres. 

En el horizonte, entre lagos, montañas y volcanes de Guatemala, se refleja cada mañana entre piedras y árboles los destellos lucidos del Sol naciente, recordando a la humanidad el inicio y final del tiempo, suponiendo volver a la ascendencia del proyecto de vida, de píe frente al este los abuelos y abuelas, dan la bienvenida a los primeros destellos de luz, brindando desde su corazón su infinita gratitud.

Esta conciencia eterna se ha cambiado por los nuevos fenómenos que se enraízan en un cambio de valores y de mentalidad, provocados por los nuevos paradigmas que suponen una visión del mundo diferente, hoy no importa si los ríos y mares se contaminan, si las calles se convierten de basureros, las montañas y planicies se convierten en desiertos por la siembra desmedida de palma africana, una sociedad más egoísta, codiciosa, acaparadora, envidiosa, autodestructiva y catastrófica. 

La humanidad hoy se encuentra presa de la gran crisis existencial, con la vida fragmentada por la necesidad del poder tener, con una trayectoria marcada a través de la imposición hegemónica de la violencia epistémica, que lo separa de la integralidad, motivando especialmente a la juventud a buscar nuevos horizontes en las urbes que se llenan de sueños fallidos y falsas luces de sobrevivencia. 

La nueva ética, basada en el neocolonialismo moderno que sustenta valido todo aquello que se relacione con la injusticia, violencia, desigualdad, insostenibilidad, racismo, discriminación y exclusión, la cual atenta contra las nuevas generaciones permeables por la exaltación a la utopía, convirtiéndoles en rehenes de la desorientación, destructor potencialmente de la naturaleza y alterador del orden natural de la humanidad.

La tierra se encuentra enferma pues es el respiradero de la humanidad y cada vez la contaminamos más, las prácticas, sociales, culturales, políticas y económicas desprecian toda la riqueza ancestral, no han podido entender, ni apreciar la educación brindada por los pueblos originarios, por los abuelos y abuelas de cuidar la Madre Tierra. Las nuevas generaciones deben comprender y volver a la comunicación con el silencio, la luz del día y la meditación para sembrar semillas de libertad.  

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