Las crisis de los estados es la consecuencia del desgaste de quienes los lideran y evita a que nuevos cuadros se asomen tentando no solo con su voto sino con su derecho de participar para tratar de cambiar las causas por las que estamos como estamos.
La sociedad civil, como concepto de la ciencia política, que designa a la diversidad de personas con categoría de ciudadanos que actúan generalmente de manera colectiva para tomar decisiones en el ámbito público fuera de las estructuras gubernamentales, no tiene mayor influencia en las decisiones públicas.
Sin embargo, la existencia de una sociedad civil diferenciada de la sociedad política es un prerrequisito para la democracia. Sin ella, no hay Estado legítimo. Necesitamos líderes que puedan influir y motivar con credibilidad, seriedad y responsabilidad. Lideres con capacidad de descubrirse a sí mismos; apreciar y respetar a los miembros de la sociedad; afirmar y fortalecer valores compartidos; desarrollar capacidad; servir un propósito; y, sostener la esperanza a toda costa.
Desde no hace mucho, estamos, ante un nuevo paradigma de participación ciudadana, totalmente distinto al tradicional. Para esto se necesita un liderazgo moderno, innovador, de presente y futuro, dejando de lado las prácticas tradicionales. Las sociedades necesitan de líderes sociales con propuestas reales, claras y honestas para construir sociedades más igualitarias, valorando los principios fundamentales de los derechos humanos con convicción y sin miedos.
Si los gobiernos no generan oportunidades para el dialogo, es necesario que desde nuestro derecho a participar se puedan crear nuevos espacios de discusión y aprendizaje mutuo, que sirvan para repensar la función de las sociedades sin ninguna bandera ideológica, más que la de servir a las sociedades y especialmente a aquellos sectores más excluidos.
Nuestro derecho a participar debemos convertirlo en nuestro deber de participar para construir nuevos espacios buscando consolidar las tareas de expresión y reflexión para reconstruir sociedades en donde primen la convivencia y la fraternidad.
Falta mucho por hacer. Las sociedades necesitan del apoyo de más y más personas, mujeres y hombres que entiendan que, sin la participación y el liderazgo, es imposible ganar la carrera del futuro. Una carrera que ya empezó, y donde todos los que creemos en un Estado de derecho, hacemos cuanto podamos por impulsar días mejores para la humanidad entera.
Es deber en el ejercicio de nuestro derecho de participar, de exigir y trabajar por alcanzar las mejores condiciones para la convivencia social basada en los valores humanos de solidaridad, tolerancia, acceso a la educación, ejercer la libertad y vivir dignamente; valorar al ser humano como individuo y respetar su condición humana bajo el sentido de la empatía y el respeto a sus creencias religiosas, ideas políticas, libertad de opinión y pensamiento, opción sexual, etc. que le permita sentirse parte de las sociedades.
En respuesta a las crisis sociales, políticas y económicas es necesario buscar acciones inmediatas que ayuden a revalorar al ser humano y ponerlo en el centro de los Estados. Los modelos políticos actuales han fracaso, de allí la obligación de encontrar una nueva luz que sea la guía e inspiración de nuevas sociedades que respondan a los nuevos retos de la humanidad.
Mi derecho a participar es mi deber de participar como única alternativa para transformar nuestras realidades. Nuestra misión como personas se centra en construir como especie las oportunidades para que todos alcancemos el bienestar general. Ternemos una última oportunidad para evitar nuestro propio aniquilamiento como especie humana. Es ahora o nunca.
Hasta la próxima semana.
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