Las protestas públicas por naturaleza jurídica internacional y nacionales son totalmente validas y es un derecho de las personas. Sin embargo, usualmente han sido, son y serán repelidas por las fuerzas del orden de los estados con graves resultados de fallecidos, heridos y detenidos que en la mayoría de los casos constituyen gravísimas violaciones a los derechos humanos.
Los graves actos de conmoción social que vienen ocurriendo en diferentes partes del mundo en los últimos años y la respuesta violenta y desproporcionada desde los estados con acciones que ponen en peligro la vida humana amparándose en el poder de cualquier gobierno en contra de sus habitantes guste o no constituye una violación a los derechos humanos.
Pero también aquellos policías y militares que actúan bajo sus uniformes, acatando órdenes superiores para reprimir a quienes protestan tienen derechos humanos. Son tan humanos como los manifestantes, tienen familias, padres, hijos y lo que más quieren después de su jornada de trabajo es regresar sanos y salvos a sus hogares. Los Estados no tienen derecho a exponerlos de esa forma a que comentan violaciones de los derechos humanos; y, tampoco que sean víctimas de delitos criminales de algunos que aprovechando su derecho a la protesta atacan a las fuerzas del orden hiriéndolos o asesinándolos.
No hay justificación alguna para que los gobiernos asesinen a sus pueblos abusando de su poder, como tampoco hay justificación alguna para que grupos escudándose en las protestas sociales ataquen a las fuerzas del orden con armas de fuego y bombas caseras para que ardan en llamas o seguir golpeándolos hasta matarlos en el piso cuando están caídos. Los derechos humanos son para todos.
Los derechos humanos es un asunto que nos pertenece a todos, pero hay quienes desde los Estados que son los obligados a garantizarlos pretenden desconocerlos o esconderlos. El discurso negativo que existe para los derechos humanos –sin razón lógica, más que política y mediática- hace a veces imposible que los Estados partan de la evidente necesidad de garantizar y reconocerlos.
Mientras los Estados no tengan políticas públicas que permitan cerrar la brecha de las diferencias económicas y sociales, las desigualdades y las violaciones a los derechos humanos seguirán y, constituye una amenaza latente para que la población legítimamente salga a las calles a demandar sus derechos bajo el riesgo de que las fuerzas del orden actúen de manera desproporcionada generando enfrentamientos innecesarios entre hermanos.
En ambos extremos la justicia debe sancionar ejemplarmente a quienes cometen violaciones a los derechos humanos en nombre del Estado y castigar también a quienes desde la sociedad civil abusan de la ley para causar daños a las fuerzas del orden, civiles y propiedades. Ningún acto debe quedar impune.
Los Estados deben sensibilizarse ante la situación que viven sus sociedades y asumir actitudes para lograr que los derechos humanos estén realizados, el no hacerlo coloca los derechos humanos de todos sus habitantes en una situación que imposibilita cerrar el círculo de su protección y defensa.
Los derechos humanos nos pertenecen a todos sin excepción. El reconocimiento y la internacionalización del derecho internacional de los derechos humanos, ha llevado a crear los mecanismos de promoción y protección de los mismos; y, aunque hay que reconocer que los esfuerzos son invalorables, aún falta mucho por hacer para que las sociedades se apropien del tema.
Por eso es por lo que el derecho de los derechos humanos debe ir más allá de las fronteras. Las organizaciones internacionales además de crear los mecanismos legales internacionales para que sean aceptados por los Estados y que los cumplan, deben de crear mecanismos y estrategias para solucionarlos en base de la negociación, salidas pacificas a las crisis, aplicación de la justicia y sin violencia.
Los derechos humanos no solo pertenecen a quienes protestan, sino también a aquellos que en nombre del estado reprimen esas protestas. No reconocerlo, es negar la convivencia social y rechazar de plano a los propios derechos humanos. La necesidad de humanizar las políticas públicas para hacerlas justas e inclusivas evitaría la violencia, para eso necesitamos políticos humanizados.
Hasta la próxima semana.
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