Muchos somos los que tenemos el privilegio y oportunidad de escribir y publicar y dejar por lo menos sembradas algunas de nuestras ideas y propuestas.
Diariamente circulan millones de escritos y en todos los idiomas. La existencia de las redes sociales y las bondades de la tecnología, hacen posible que a quienes nos gusta escribir podamos llegar a generosos lectores donde unos estarán de acuerdo, otros en contra y a otros les dará lo mismo de lo que escribimos.
Las complejidades de los comportamientos humanos y sociales invitan a que en algún momento cada uno haga un alto en su camino para reflexionar sobre los mismos y auto cuestionarse sobre la manera es que nos conducimos por el sendero de la vida y de nuestras propias vidas.
Necesitamos nuevas ideas y propuestas, pero que no solo queden en papel, sino que puedan generar nuevos espacios de discusión bajo un solo principio: reconstruir las sociedades para que sean solidarias, justas y tolerantes.
Una auténtica comprensión de lo que se quiere transmitir un escrito, implica una participación vital del lector; es decir, una determinada acción sobre el objeto comprendido que lo transforma y lo lleve a tomar parte del mensaje que se quiere transmitir.
Sin embargo, a menudo algunos de estos escritos cierran la discusión en vez de promoverla, someten la libertad del lector al imponerse con el peso de la «autoridad» y reducen la acción a un plano intelectual que pronto se advierte estéril, aunque el lector al final decide por el mensaje que recibió.
Quienes escribimos debemos de incentivar a la reflexión del lector, estimular para auto cuestionarnos y que invite además a una participación con relación a los temas tratados. Los escritos deben únicamente proporcionar instrumentos de análisis, perspectivas de enfoque, con el objeto de que los lectores se encuentren en aptitud de regresar a su experiencia cotidiana, armados de los elementos necesarios para comprenderla mejor y para vivirla mejor.
Alguien escribió que muchas veces los escritos se nos presentan como muros que se interponen entre la realidad y nosotros mismos; y, es bastante cierto ya que el tono de sabios de algunos escritores, la auto convicción de que muchos transmiten la «verdad» a nosotros los pobres ignorantes a quienes va ilustrar, además de la fe de algunos lectores ingenuos en un conocimiento que se le transmite en estado letal ante la falta la argumentos como experiencia que reúne la teoría y la praxis, son elementos que contribuyen a aislarnos del mundo antes que a comprenderlo mejor.
Un verdadero objetivo de los escritos -aunque parezca paradójico desde el punto de vista tradicional- debe ser problematizar antes que reafirmar, sugestionar la duda antes que proveer una suficiencia estática; y, solo de esta forma se llega a incitar a la subversión intelectual y a la reflexión diaria que a cada uno nos toca hacer. Los escritos deben de constituir un instrumento de reflexión que intente plantear problemas, que invite a la discusión y que abra ventanas de las que aún permanecen cerradas sin que entre la luz del sol.
Los escritos deben de darnos la posibilidad de rescatar cada día algo de lo que la vida misma nos pone frente a nosotros. La reflexión, la discusión, los problemas que se plantean nos permitirá aprender de nosotros mismos y a conocer el sentido de la vida y de la misión que cada uno tiene.
En mis escritos trato de transmitir “mi verdad” con la esperanza que dejen de ser tan «verdaderas» para convertirse en algo que ayude a reflexionar y a seguir reflexionando. Seguiré escribiendo y publicando porque no quiero ser cómplice del silencio, porque con mi voz quiero ser la voz de otras voces, porque quiero que el mundo cambie para mis hijas y sus hijos para entre todos detener las injusticias y las desigualdades.
Hasta la próxima semana.
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