De Quirigua a las calles de Shibuya una tarde de primavera en Tokio…
Una noche de luna llena allá por los años sesentas en el siglo pasado, mi padre me llevo en una caminata nocturna cerca de la explanada de lo que fuera el Hospital de Quirigua, construido en 1931 por la UFCO en ese pueblito del mismo nombre en la costa atlántica de Guatemala… fuimos a ver la inmensa luna… estoy seguro que fue allí cuando empecé a ver en la distancia… y a creerme los entusiasmos a veces imaginarios…
Esa noche seguramente fue la imagen de esa inmensa luminosidad… pero estas primeras tardes después de un extenso viaje por el mar del pacifico para llegar a Tokio… mi asombró ha sido de extremada sensibilidad al ver por el prisma histórico, similar aquella hermosa noche del sesenta, cuando vi con provocación hacia arriba… igual como pidió hacerlo alguna vez Stephen Hawking (1942-2018).
Mi primera impresión en Tokio, más allá del orden, limpieza y con un exagerado sentido envidiable de elevado respeto por el otro y el ciudadano… resulta excepcional la maquinaria tecnológica en todo: transporte, comunicaciones y sobre todo, la majestuosidad de una ciudad inmensa, que sin la excusa de sus más de 36 millones de habitantes en la ciudad, tiene el transporte público con la mayor y más amplia red a disposición de vecinos, donde la persona sí que importa… no cabe duda, allí el escrutinio es sobre la gestión…
Por cierto un servicio público de transportes que funciona en los límites del punto de equilibro como dicen los financieros… pero ellos saben que es público y lo público no reparte ganancias, reparte rentas sociales para la armonía. En particular me interesó los sistemas de seguridad ciudadana… aunque ha sido apenas breve hasta ahora, con quienes he podido charlar no hablan de miedos y tampoco del exacerbado prejuicio a las instituciones públicas. Por el contrario… representan alto sentido de confianza.
Recordé a mi profesor de Tesis Doctoral, Dr. Juan Manuel Ruano (UPSA), cuando en una crítica a la redacción del capítulo de reformas, me dijo “Ver y hablar de la obviedad es de Perogrullo. Pregunta siempre -¿Qué razones hay y cómo fueron creadas esas condiciones para que sean de una forma y no de otra…? ¿Es eso lo que hacen los académicos?” Cuanto agradezco a mi director de tesis doctoral por sus diálogos y profundo cuestionamiento para insistirme en ver y abordar lo que no se mira fácilmente…
Estos primeros días me pregunte ¿Qué razones habían en Japón para construir y transformar una realidad devastada por la guerra? ¿Por qué fortalecieron un modelo de sociedad que sin perder las tradiciones e historia, combinaron educación, capital, tecnología y democracia? ¿Quiénes estuvieron detrás de las estrategias de la grandeza de Japón? ¿Elites económicas, elites militares, elite social, elites rurales? ¿A quiénes registra la historia de esa gran nación las gigantes decisiones históricas…? Fue un consenso, me dicen, fue por allí que se gestó la confianza ciudadana de Japón por el presente y futuro… Esa cita con la historia es un punto de estudio…
Entender la historia de una nación donde la perfección del sistema alcanza niveles que rebasan la comprensión óptica, resulta una aventura que bien vale emprender esos diálogos coloquiales que tienen detrás la fuerza histórica para apenas empezar a comprenderlo…
Sin embargo, más allá de esas divagaciones normales de profesor de políticas públicas, también existe esa otra realidad cotidiana, donde la virtualidad deja de ser una ilusión y las sensaciones del presente tienen esa maravilla de una ciudad que sorprende… su inmensidad de ríos de personas que, en su prisa y mirada a veces en lontananza… que deberé entender desde la sociología de las subculturas, donde seguramente también habrá más de alguna historia y alguna pasión que contar…
Por eso me resultó sorprendente en una de las calles de Tokio ver las expresiones de tímidas miradas furtivas que al parecer son esas pausas del tiempo posiblemente de pasiones… y que Dalí (1904-1989) alcanzó en esa “persistencia de la memoria” (1934), pintura de rasgo surrealista que se encuentra en el MOMA, en Nueva York, que dan esas sutiles pautas del tiempo… pero, sin reproches de vidas pasajeras, como dijo una vez Natalia Ginzburg (1916-1991) en “Las pequeñas virtudes”. Y bueno ¿para que reprochar pasiones pasajeras…?
Empezar a caminar en esta hermosa ciudad, en apenas breves días, sin prisa… para ver, sentir y vivir..! Con esas ganas de libertad que seguramente en el desparpajo de entusiasmos, ideas, preguntas, me están haciendo omitir mi realidad por unos días….
Este breve pasaje por el curso de “Administración y Políticas Púbicas” en Tokio, con enfoque inductivo, donde se busca que los profesores de políticas que asistimos confrontemos mediante la virtud académica universitaria esa comparación valorativa de una gran nación.
Estoy urgido por hablar con Profesores universitarios para conocer cómo enseñan y qué leen. Hablar con asesores específicos y estrategas para que me compartan lo que discuten y la forma de presentar propuestas a funcionarios. Hablar con políticos, alcaldes y funcionarios públicos, para conocer sus estrategias, riesgos, decisiones y resultados.
En estos breves días también estoy aprendiendo que la edad madura es una virtud en una sociedad que reconoce, escucha y sobre todo deposita en la sabiduría de los años la fortaleza de la reflexión futura… ¿Por qué aquí en Japón importan la abundancia de la sabiduría y el consejo…? No cabe duda, la sabiduría se construye… ¿Acaso no es esa la virtud de una gran nación…? Y Japón tiene esa virtud…
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