Cerca del 4 por ciento de las muertes en el mundo son atribuibles al alcohol, lo que significa más defunciones que a causa del sida, la violencia o la tuberculosis.
El director del Patronato Antialcohólico, indicó que el 75 por ciento de la población guatemalteca es alcohólica —unos 11 millones 250 mil—. De esa cantidad, el 70 por ciento es catalogado como enfermo alcohólico, que equivale a siete millones 875 mil personas, y el otro 30 por ciento, unos tres millones 375 mil, son bebedores sociales.
“De los enfermos alcohólicos, el 40 por ciento son hombres, y el 30 restante son mujeres”, explicó el profesional.
Según el Patronato, se registra que al año se consumen en promedio 64.75 litros de alcohol por persona.
Recientemente leíamos en las redes sociales sobre el caso de una pareja de convivientes que se encontraban tirados en alguna calle de la zona uno de Quetzaltenango, en estado de ebriedad y con un bebé en brazos. Alguien denunció el caso a las autoridades y la Procuraduría General de la Nación -PGN- acudió a tomar al menor en resguardo del estado para salvaguardarlo de la condición de calle y de los peligros de estar con un par de progenitores incapaces de velar por su seguridad en ningún aspecto.
Hoy, los medios de comunicación informaron que ese menor falleció. Cabe resaltar que, desde que la PGN lo rescató de esas malas condiciones de vida, lo ingresaron a un hospital porque sus condiciones de salud no eran positivas y tenía enfermedades provocadas por la condición en la cual la pareja lo engendró y concibió.
Según los pediatras, algunos niños que son concebidos por padres alcohólicos y que llegan a sobrevivir, presentan ciertas patologías, tales como: esos niños necesitan hasta tres veces más asistencia psicológica respecto a otros niños en condiciones normales de salud. Y por sus condiciones al engendrarse, normalmente presentan déficit de atención, hiperactividad, depresión, enuresis y trastornos de ansiedad, que se manifiestan a través de fobias. Esto, a su vez, repercute en su rendimiento escolar y en sus relaciones sociales.
De acuerdo a un estudio hecho por Unidad de Alcohología y del Servicio de Psiquiatría Infantil y Juvenil del Hospital Clínico de Barcelona, que se publica en la revista Social Psychiatry and Psychiatric Epidemiology, “el alcoholismo de los padres es un factor que multiplica por cuatro el riesgo de presentar patologías mentales en sus hijos, entre los 7 y los 16 años, y que duplica la presencia de síntomas subclínicos”.
La Organización Mundial de la Salud -OMS-, resalta que una persona pierde cuatro años de vida debido al alcohol y que la cirrosis hepática ocurre en 49.2 por ciento de hombres y 40.8 por ciento de mujeres que beben. Además, que el 32.7 por ciento de accidentes vehiculares son causados por hombres alcohólicos. El consumo nocivo de alcohol se relaciona la muerte de 2.5 millones en el mundo cada año y es el tercer factor de enfermedad y discapacidad.
El alcohol hace que sea más difícil para las áreas del cerebro que controlan el equilibrio, la memoria, el habla y el juicio hacer su trabajo, lo que resulta en una mayor probabilidad de lesiones y otros resultados negativos.
Ser padres es una responsabilidad de los adultos que los conciben y se disponen a dar vida desde el momento de la concepción, y no debe de ser una decisión a la ligera, y peor aún, si esos futuros padres consumen alcohol de forma habitual o se ha convertido en una enfermedad para ellos; esos niños están condenados a morir después de nacer, otros no nacen, y quienes sobreviven; deben someterse a tratamientos médicos, psicológicos y extenuantes sesiones para adaptarse socialmente a la normalidad que ese padecimiento les permita tener.
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