Las nuevas generaciones estudiantiles son talento humano que asistirán al campo educativo repletos de muchos conocimiento y experiencias de nuestra realidad guatemalteca, conscientes de la búsqueda justa y equitativa del desarrollo. La capacidad, iniciativa, inclinaciones, preferencias y vivencia personales deberán ser críticas.
El anhelo de una nueva humanidad esta ligado a una nueva escuela, alejada del mito de progreso tecnológico, de promesas vanas que ofrecen alcanzar la eternidad y mundo mejor, pero que ocultan deseos perversos sobre la naturaleza, la justicia, la bondad, la verdad, los valores, la belleza y la plenitud. Esto solo se podrá lograr en la medida que las instituciones perversas cambien su actuar ante la libertad.
Sabemos que, para el despliegue y maduración de nuevas alternativas de educación, se requiere contar con ambientes estimulantes y con un soporte institucional centrado en la meritocracia. Hoy surgen voces mesiánicas pidiendo que el estudiantado y profesionales se alejen de la corrupción cuando han sido parte de la misma, cualquiera con sentido común sabe que el país se encuentra empantanado por las acciones de degradación en la administración pública.
Es difícil suponer que los estudiantes y profesionales que deseen alcanzar sus sueños a través de méritos lo logren pues hoy se subvalora a quienes se esfuerza y se premia la mediocridad. Por lo que uno de los propósitos de la escuela debe ser la revalorización social y política de los estudiantes en el marco de sus propias culturas de origen. Pero eso no basta; se requiere también brindarles la oportunidad de reafirmarse en sus cualidades personales y en el valor de su contribución específica. Es preciso, asimismo, dotarlos de las herramientas conceptuales y metodológicas que les permitan actuar como verdaderos «profesionales íntegros, encomiables, con praxis social, incluyentes y con un alto espíritu de solidaridad» perfil de la nueva ciudadanía.
Sentirse y actuar como un «estudiante y profesional de acción» supone una forma determinada de entender y relacionarse con el propio quehacer para la construcción de un mundo más digno. Que no olviden la cantidad de niños, niñas, jóvenes, señoritas, adultos y ancianos que mueren en el país por culpa de la miseria a los que han sido condenados por la falta de empleo, vivienda, alimentación y servicios básicos. Debido a los altos niveles de corrupción que impiden una inversión pública eficiente y eficaz.
En consecuencia, la nueva humanidad y nueva escuela, debe cambiar el proceso de aprendizaje, contemplando la participación de los educandos desde su experiencia e información de primera mano, a manera de producir nuevos conocimientos referidos a los sectores con quienes trabajan o se relacionan, en la reconceptualización de sus identidades y enfoques de desarrollo, en la generación de pautas y metodologías que orienten el desarrollo integral, es decir, cómo, a partir de intervenciones puntuales y focalizadas, se pueden dinamizar procesos que fortalecen las capacidades de estos educandos tradicionalmente marginados les permita mejorar su posición social e incrementar su poder político en pro de su calidad de vida.
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