Para quienes celebramos esta semana el nacimiento de Jesús, la Navidad es una de las fiestas cristianas más importantes, junto con la Pascua y Pentecostés, pues celebra el nacimiento de Jesucristo. Se inicia con la Natividad o Día de Navidad, el cual es celebrado el 25 de diciembre por las Iglesias Católica y Protestante y el 7 de enero en la Iglesia Ortodoxa al no aceptar el calendario gregoriano que reformó el calendario juliano de la época romana.
Durante muchos siglos, la Navidad ha sido una fiesta de carácter esencialmente religioso en la que se reunían familiares y amigos para celebrar conjuntamente el nacimiento de Jesús, aunque en tiempos más recientes, esta fiesta ha adquirido un carácter comercial, en el que la mayoría de las familias se reúnen en torno a un árbol junto al cual se encuentran los regalos.
Nunca en la historia de la humanidad ha existido un ser tan especial como Jesús. Su palabra, mensaje, así como sus obras traspasaban las fronteras por donde se desplazaba y se escuchaba de su nombre. Hoy posiblemente Jesús constituye el único ser que sigue despertando pasiones y que su mensaje es trasladado de generación en generación.
Fue a través de las sagradas escrituras donde se preanuncia el nacimiento de un varón y que nacería de una mujer virgen y que su reino perduraría para siempre. Es más, el mismo ambiente pagano ya hablaba de Jesús antes de su venida; y, quienes lo hacían se basaban en las antiguas profecías que anunciaba la llegada de un Dueño y Soberano del mundo. Todos sabían, nadie lo esperaba.
No eran solo los judíos quienes esperaban el nacimiento de Jesús, ya en su momento algunos filósofos griegos como Platón y Sócrates hablaban del Logos y del sabio universal que llegaría, otros filósofos mencionaban la venida del santo, del rey del universo. Llámese como ellos preferían, todos sabían que sería un ser superior.
Jesús tiene un mensaje espontaneo, equilibrado, objetivo, neutral y sincero, pero con la firmeza para que con argumentos inobjetables nadie pueda decir lo contrario. Su mensaje es directo, lucido, sin exageraciones, simples, generosos y desinteresados.
Su único interés era ayudar a los desvalidos y ayudar a la humanidad, que haya un mundo justo donde todos tengan acceso a los servicios de los pueblos como alimentación, salud, trabajo, pago de impuestos justos, etc. Su mensaje lo transmitía sin desvariar, coherente, reflexiva y brillantemente, era decidido, fuerte e imponente. No manipulaba a la gente, no engañaba ni usaba palabras de doble sentido. No era idealista ni soñador, era realista y nunca se desconectó del mundo sensible, vivía en la realidad por más dura que esta fuera.
Jesús da ejemplo a la humanidad que no se necesita ser militante de un partido político para hacer los cambios que necesita la humanidad, su misión fue anunciar el reino no pasado sino futuro de la humanidad fundada en esa justicia y esa práctica diaria de la que predicaba.
Los derechos humanos que Jesús defendía y que era activista estaba dirigido para todos sin excepción. No solo era su mensaje, sino también sus acciones, especialmente por los marginados sociales. Los derechos humanos no tienen nada que ver con creencias religiosas ni con ideologías políticas.
Hoy es necesario consolidar la opción por los pobres y los marginados, la defensa a sus derechos humanos y su integración libre y sin condiciones a las sociedades por el hecho de ser personas.
Esta Navidad pensemos en los millones de personas que extrañarán a sus abuelos, padres, madres, parejas, hermanos, hijos y amigos, a quienes, por las enfermedades, guerras, violencia social y otras causas ya no están con nosotros. Jesús una vez más nace entre nosotros, no lo defraudemos.
Hasta la próxima semana.
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