En Irán, antes de la Revolución Islámica de 1979, no existía el estricto código de vestimenta que actualmente obliga a las mujeres y las niñas a partir de los siete años a llevar el velo y ropa modesta «islámica». Las que no lo hacen, son consideradas delincuentes por el Estado.
La policía “moral” iraní vigila a toda la población femenina: 40 millones, entre mujeres y niñas y poseen facultades para dar el alto a cualquier mujer y examinar su vestimenta, estudiando detenidamente cuántos mechones de cabello tiene a la vista, la longitud de sus pantalones y su abrigo y la cantidad de maquillaje que lleva. El castigo por dejarse ver sin velo en público puede ser de detención, pena de prisión, multa o latigazos.
Hace tres semanas Mahsa Amini, de 22 años fue asesinada por la Policía de la Moral por llevar mal puesto el hiyab (velo). Desde esa fecha se han iniciado acciones públicas de protesta dentro y fuera de Irán, que van más allá del uso del velo. Se está convirtiendo en “la revolución del velo” en contra de la revolución islámica.
Cientos de mujeres y hombres en Irán y en otros países se están movilizando para apoyar las justas protestas de las mujeres iraníes que quieren libertad para que decidan usar o no el hiyab y ejercer de manera libre sus derechos que les fueron arrebatados desde 1979. Como consecuencia de estas protestas ya han fallecido de acuerdo con el Consejo Nacional de la Resistencia Iraní, más de 300 personas, más de 15.000 arrestados de los cuales muchos de han sido torturados. La información está limitada y el gobierno tiene el control de la conectividad del país.
Las manifestaciones en Irán han adquirido, una simbología muy potente. Son muchas las mujeres, dentro y fuera del país, las que se han unido a uno de los mayores actos de rebeldía, que tiene fuertes connotaciones culturales y sociales. Para muchas iraníes, el pelo es un símbolo de belleza, de autocuidado, que se ven forzadas a ocultar por ley. Cortárselo o rapárselo indica, sin duda, una rebelión contra todo lo establecido: sin pelo, no hay nada que ocultar y, si cortarse el pelo es un símbolo de rebeldía, aún lo es más mostrarlo.
Los hombres se han movilizado junto a las mujeres para gritar, protestar y recibir golpes por sus compatriotas. En el último partido de futbol amistoso frente a Senegal, los jugadores se unieron a las protestas y tomaron la decisión de ponerse una chaqueta negra para tapar el escudo de su país durante el himno.
Las sangrientas protestan en Irán no solamente es por el derecho a la libertad de sus mujeres, sino que también defiende los derechos humanos de las personas LGBTI y las minorías étnicas y religiosas que sufren violencia y discriminación arraigada.
El mundo es testigo de la lucha de las mujeres iranies por abolir las leyes indignas que restringen los derechos de las mujeres y que van más allá de la vestimenta. Reclaman acceso a la educación con libertad, políticas de planificación familiar, derecho a solicitar el divorcio, autonomía financiera, participación social y política, etc.
Como escribiera la académica y profesora afroamericana Angela Davis: “No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar”. El canto de libertad de las mujeres iraníes se escucha en todo el mundo.
Hasta la próxima semana.
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