Hoy estamos a pocas horas de terminar un año más entre grandes adversidades que la vida nos presenta como sociedad sitiada, con la pandemia se aumentó la brecha entre pobreza y riqueza, con una serie de instituciones estatales creadas para afrontar los grandes males que se presentan pero que al final solamente presagian altos niveles de inseguridad y un destino incierto para la población por los altos niveles de corrupción.
Día con día vemos el incremento en cada semáforo, rotonda e ingreso y egreso de los moles a niños, niñas, madres, padres de familia y ancianos ofreciendo agua embotellada, chicles, dulces o cualquier otro tipo de golosina para poder llevar a la mesa un pan que pueda saciar su hambre, salud, educación u otra necesidad ingente. Por ello toma relevancia lo expresado por Monterroso:
“Un país donde los adultos no encuentran trabajo y los niños tiene que trabajar para vivir, es una m…”
“Un país donde los adultos no encuentran trabajo y los niños tiene que trabajar para vivir, es una m…”
El pasado 29 de diciembre Don Juan un vendedor de chamarras ambulante ha tenido que caminar desde San Juan Ostuncalco hasta la terminal a Minerva de Quetzaltenango, pues no tenía medios para poder pagar su pasaje en el transporte extraurbano, sin desayuno y sin almuerzo, inicio su caminata con los primeros rayos del sol, esperando vender su mercadería para que su familia tenga algunos ingresos y celebrar en su pobreza la llegada de un nuevo año. Cuando vea a alguien de puerta en puerta ofreciendo algún producto no sea indiferente y bríndele su apoyo que tanto lo necesita.
Como consecuencia de una distribución inequitativa vemos a niños trabajando para contribuir al sustento de su hogar, cansados, agotados, con sed y hambre, esperan poder vender sus productos, lustrar zapatos, limpiar vidrios o recibir apoyo de la sociedad que esta agotada y vive una ficción del tener olvidando el Ser.
Los escuálidos y menguantes poderes del Estado guatemalteco que privan el desarrollo cultural, social, político y económico, no llegan a la población más necesitada, pero estamos ante un año de política partidista, de elecciones o reelecciones prometiendo que se combatirá la corrupción, mejor presupuesto para educación, salud, vivienda, etc. Que los diputados estaran cerca de la población para atender las necesidades, pero que una vez en su curul se olvidan de quienes les han otorgado un cheque en blanco. Como expresa Maquiavelo:
“…para conocer de verdad al hombre o mujer hay que darle autoridad y poder…
“…para conocer de verdad al hombre o mujer hay que darle autoridad y poder…
Será que para las próximas elecciones la sociedad y la nueva ciudadanía podrá tener un mejor criterio para ejercer un voto más responsable llevando al poder ejecutivo y legislativo a estadistas comprometidos con la población, combatiendo de frente y realmente la pobreza y extrema pobreza, que no tengamos calles maquilladas y obra gris sobrevalorada en donde caminen niños, jóvenes, adultos, descalzos con hambre y sin trabajo, educación, salud, vivienda, recreación, cultura y una sana economía.
Una sociedad sin trabajo, con hambre, sin salud y sin educación, es fácil de manipular y engañar, mientras que un pueblo educado, con trabajo, bien alimentado y con salud es más exigente y congruente. Por un año 2023 más equitativo, con una sociedad más activa, menos porosa, exigente desde lo local a lo nacional, con un Estado fuerte que elimine el racismo, la discriminación y exclusión, cuyo alcance llegue a la población más desposeída respetando la dignidad y forma de vivir.
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