Las crisis políticas en algunos países de la región nos ponen en evidencia que muchos de los políticos que son gobierno u oposición, no reúnen las condiciones necesarias para el ejercicio del poder y generan además una frustración que lleva al descontento, la protesta, el caos y a crisis política, social y económica.
Las sociedades necesitan de políticos que sean los abanderados de la justicia, libertad y dignidad, para servir y no servirse, para ser sensibles a sus problemas familiarizados con cada cultura y sus problemas; y, conocer y apreciar sus ricos y fecundos valores que hay que explotar y a la vez cuidar.
Las sociedades marcadas por grandes y profundas controversias deben ser lideradas por personas que propongan soluciones diferentes a las que se vienen dando sin éxito, deben ser personas que perciban la realidad con objetividad, que entiendan y vivan profundamente los valores humanos, defendiendo la verdad; y, con actitudes de servicio y nunca entregarse al ciego afán de poder y de dominio sobre los demás superando el egoísmo y la vanidad narcisista.
Las sociedades necesitan de lideres -al margen de sus posiciones ideológicas- que actúen con humanidad y con conciencia ética para sentir, vivir y promover los grandes principios de la humanidad; la sublime dignidad de todo ser humano, el respeto activo y profundo que cada uno merece, la comprensión de los conglomerados sociales distintos del propio, sensibilidad humana para no pasar de largo ante el dolor; preocuparse creativamente ante las situaciones sociales de incultura, desnutrición, desempleo y, en general, de las injusticias endémicas que laceran a nuestros poblaciones.
Muchos países son muestra de una gestión pública y política carente de valores, marcada en muchos de los gobiernos por escándalos de corrupción e involucramiento de altas autoridades y funcionarios en desfalcos, malversaciones, compras de voluntades, estafas, violencia familiar, etc.
La deshumanización en muchos de los políticos lleva a las sociedades a desconfiar en la democracia, en los partidos políticos, en las instituciones del Estado y obviamente en los gobernantes; y, en consecuencia, ha mermado las esperanzas de las mayorías para sentirse parte de los estados.
Para poder retomar el camino hacia la construcción de sociedades prósperas y solidarias es necesario que recuperemos la confianza en las instituciones del Estado y para lograrlo se necesitan ciudadanos comprometidos, con conductas y prácticas que reflejen altos valores morales y éticos para buscar consensos, trabajar con probidad, transparencia y austeridad y a retomar los valores democráticos como un marco orientador de la acción de los Estados.
Las desigualdades sociales y económicas debe ser razón humana suficiente para intentar devolver a la sociedad un ideal que se posicione por encima del ángulo individualista que es el que ha ocasionado la destrucción del tejido y las relaciones sociales armónicas. Si seguimos con políticos deshumanos seguiremos en caminos de caos y violencia.
Hasta la próxima semana.
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