Con más de 4 millones de fallecidos y 185 millones de contagiados como consecuencia de la pandemia del COVID, las sociedades de manera progresiva reinician sus actividades en lo que se está denominando la nueva normalidad, aunque tiene los mismos vicios de la normalidad prepandemia. En los últimos 18 meses no solo se ha descubierto la vacuna para evitar consecuencias fatales en caso de contagio, sino que han surgido iniciativas políticas, económicas y sociales desde la comunidad internacional y los países para mitigar los efectos de la pandemia, aunque en la mayoría de países dichas medidas no solo no ayudaron a sobrevivir a la crisis de salud, sino que agravó a los sectores de pobreza y extrema pobreza.
Definitivamente la magnitud de la pandemia tiene a la humanidad al borde del colapso global, no solo son las necesarias transformaciones sociales, ni el ajuste transitorio social y muchos menos las vacunas las que van a terminar con la crisis mundial, sino son los comportamientos internacionales estructurales que especialmente están acabando con la humanidad al no hacerle frente a la catástrofe ecológica en que estamos inmersos.
La comunidad internacional en sus mecanismos tradicionales de decisiones y relacionamiento no ha sido capaz de presentar hasta ahora un programa diferente que priorice las reformas más profundas que se necesitan como humanidad, nuevos objetivos, valores y sistemas económicos inclusivos que devuelvan la esperanza para vivir en dignidad y coherencia.
El recomenzar nuevamente las actividades no debe ser un retorno a la “normalidad”, sino que debe verse como una oportunidad de transformaciones radicales mundiales con liderazgos valientes y audaces que se comprometan a crear una nueva humanidad. Hacer más de lo mismo, significa no haber aprendido nada de la crisis en que vivimos.
Recordemos que el 1% de los ricos del mundo acumula el 82% de la riqueza global, y si antes de la pandemia la brecha entre los superricos y los pobres se agrandó aún más, las consecuencias de la crisis se vuelve una tragedia sin precedentes. El impacto económico de la pandemia de coronavirus podría arrojar a más de 500 millones de personas en el mundo a la pobreza a menos que los países ricos tomen medidas urgentes para ayudar a las naciones en desarrollo y significaría un retroceso de 10 años en la lucha contra la pobreza, incluso de 30 años en regiones de África y el Medio Oriente.
La pandemia no ha desaparecido, se está mutando y de la peor forma. La humanidad aún no encuentra las maneras efectivas y definitivas de combatirlas. Solo el 25% de la población mundial ha recibido al menos una dosis de la vacuna en más de 200 territorios y países de todo el planeta y con una gran diferencia entre continentes, nadie está a salvo y si no volteamos la mirada a quienes más necesitan de la solidaridad, estaremos cavando nuestras propias tumbas.
Hasta la próxima semana.
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