En el Palacio Nacional de la Cultura el 29 de diciembre de 1996 se congregaron una serie de personajes de la vida política de nuestro país, para llevar a cabo la tan anhelada Firma de los Acuerdos de Paz. Una Plaza de la Constitución que lucía abarrotada con más de cincuenta mil guatemaltecos que querían ser espectadores de tan esperado evento que significaba esperanza y tranquilidad para las miles de familias que habían sufrido la pérdida de sus seres amados en las masacres en donde el ejército y los miembros de la guerrilla habían arrasado con comunidades enteras en pro de una lucha por ganar territorio.
Logros de esa firma -según el papelito firmado ese día-: el fin del Conflicto Armado Interno que duró 36 años, la reforma a la Constitución Política de la República para organizar las funciones del ejército, surgió la meta de adherirse a principios para garantizar y proteger la plena observancia y respeto a los derechos humanos, se propuso el compromiso de investigar las violaciones de los derechos humanos ocurridos en el marco del enfrentamiento interno, el reconocimiento a la identidad y derechos de los pueblos indígenas para construir una nación multiétnica, pluricultural y multilingüe.
Este acontecimiento (la firma de la paz) cambió radicalmente la situación del país en la época. Se supone que finalizó el conflicto armado interno que duró aproximadamente 36 años desde la década de 1960, una guerra civil que causó el cierre de espacios políticos y la participación civil en diferentes ámbitos de la sociedad guatemalteca. Esta guerra, provocó gobiernos anticomunistas que surgieron después de haber derrocado a Jacobo Árbenz Guzmán con el apoyo de Estados Unidos.
Después de casi 6 años de negociaciones, al fin se encontró un acuerdo el cual inició en la década de 1990, en el cua la Unidad Revolucionaria Nacional de Guatemala –URNG- y el gobierno de Guatemala acudieron a una mesa de negociaciones, que tuvo como moderadora a las Naciones Unidas.
El conflicto armado tuvo a dos actores co-protagónicos en el proceso: el gobierno guatemalteco (que incluye al ejército, el cual forma parte del aparato del Estado, que fue instituido en 1871, y cuya existencia tiene origen constitucional) -el órgano encargado de la defensa del status quo, los gobiernos hicieron lo propio dotándolos con desmedido armamento y profesionalizándolos (ejército), enfatizando el discurso anticomunista e inyectando la ideología de la Seguridad Nacional con el uso de la teoría de la aguja hipodérmica o la teoría de masas usada por Joseph Goebbels el secretario de Adolph Hitler mientras manipulaban al pueblo para llegar al poder antes del fin de la segunda guerra mundial, haciendo uso de recursos materiales y técnicos sin limitación alguna-, y las fuerzas armadas insurgentes izquierdistas.
Jorge Santos, coordinador general de la Unidad de Protección a Defensoras y Defensores de Derechos Humanos -Udefegua- menciona que la derogatoria de la Comisión Presidencial de los Derechos Humanos –Copredeh- y de la Secretaría de la Paz –Sepaz- por el actual gobierno constituye un retroceso al cumplimiento de estos acuerdos.
Si damos vista atrás sobre esa histórica reunión social de la élite política, militar y burguesa nacional, los objetivos de desarrollo social establecidos en los acuerdos no se han cumplido. Existen una lista de compromisos establecidos (en total 12), por mencionar: el Acuerdo sobre aspectos socioeconómicos y situación agraria, el Acuerdo sobre identidad y derechos de los pueblos indígenas, el Acuerdo para el reasentamiento de las poblaciones desarraigadas por el enfrentamiento armado, allí se contemplaban mejoras en la justicia social y una reducción de la exclusión socioeconómica a través del impulso a una economía más eficaz que impulsara y le diera vida al empleo productivo, la creación de oportunidades comerciales y empresariales en las zonas rurales y urbanas, y las prestación de más y mejores servicios sociales por el Estado para la ciudadanía. Derivado de su implementación hubiera requerido el desarrollo de estrategias sostenidas que motivan la política fiscal, la política de empleo y la prestación de servicios sociales.
12. Acuerdo de Paz Firme y Duradera. Este último tiene un significado conciso e indiscutible, siendo una síntesis que cerraba el largo y complicado proceso de negociación que puso fin al conflicto armado interno.
Me hago la pregunta ¿de qué paz firme y duradera hablamos los guatemaltecos? Si bien es cierto no existe ya el conflicto armado interno por el cual el ejército esté combatiendo con todo su arsenal y elementos activos en sus filas y se desplieguen por las montañas de nuestro país para defender la soberanía contra un grupo insurgente, los ciudadanos no nos sentimos tranquilos ni en paz. El ciudadano chapín es víctima a diario de extorsiones de grupos de delincuencia organizada que llaman por teléfono para dar un día y hora para entregarles cierta cantidad de dinero a cambio de que no le secuestren o maten a algún ser querido, al salir a las calles no existe certeza ni seguridad de que al volver al parqueo público o privado en donde dejamos nuestro vehículo, este siga allí o no, porque ya se lo robó una banda de roba-carros para desmantelarlo y venderlo por piezas, a cualquier hora del día en las redes sociales leemos información del narcomenudeo en calles, centros educativos o peor aún, que algún funcionario ha sido señalado de formar parte de algún cartel del narcotráfico con fines de extradición a los Estados Unidos por tráfico de estupefacientes a ese país. Entonces, ¿será que gozamos de paz en este país?
Nuestros gobiernos quienes deberían construir día a día la paz social, trabajar por más y mejores oportunidades para todos los gobernados, por el contrario, llegan al poder y ven pasar los cuatro años de gestión sin pena ni gloria. Tan mal estamos como sociedad, que no tenemos ya el interés de informarnos por esos lobos vestidos con piel de oveja que en campaña nos ponen todo color de rosa para que les demos el voto, llegan a servirse de nosotros los ciudadanos, y de paz, solo nos queda el monosílabo grabado por el difunto Arzú en la moneda de Q1, que más nos recuerda su apellido el cual sigue con ansias de seguir disfrutando del poder nacional.
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