No cabe duda, fueron la inteligencia y la razón que al amparo del enciclopedismo dieron la armadura que impuso en la ilustración europea los ideales que se concretaron a partir del siglo XVIII en la Revolución Constitucional de los Estados Unidos de América. De la que aprendimos a proclamar, defender e imponer la libertad como las únicas vías para aspirar a la igualdad ¿Pero lo hacemos hoy o simplemente estamos en la distracción de la retórica política?
No cabe duda, es el legado de un modelo que inmuniza al Estado de peregrinas ideas contrarias y lo hace mediante estructuras que previenen y equilibran los poderes mediante el sentido republicano y la construcción de un sólido Estado de derecho, que vigila, controla y afirma la vida democrática ¿la vigila…? Pero, cuando se debilita el Estado de derecho es síntoma de anuncio nada bueno para el Estado y la democracia.
Pero más aún, en su extensión del ideal Constitucional de los Estados Unidos, este elevó la llama de la antorcha de libertades que atemperó los movimientos de la Revolución Francesa y que levantó al amparo de la libertad, confraternidad e igualdad los Derechos Universales hacia un ideal que se extendió por generaciones. Pero también nos enseñó que de esa revolución, por dentro, se gestaron poderes que la desviaron hasta al retorno de nuevos autoritarismos, tal como lo describe excepcionalmente Alejo Carpentier (1982) en el Siglo de las Luces.
Fueron eso, vientos de libertades que en el Siglo XIX se erigieron como la mayor aspiración de este continente: la prosperidad de América que, siempre estuvo unida a las reivindicaciones de las libertades civiles y a un Estado cercano al ciudadano ¿pero, lo está ahora?
Al repetir a Carlos Fuentes (1994) en “La Campaña”, fueron esos vientos de libertad en este continente que constituyeron la simiente que abrazó la búsqueda de un modelo de Estado en el que prevalecerían desde entonces las luchas primigenias por democracias que muchas veces se ampararon en abiertos autoritarismos.
O, excesos de embestidas de poder que eliminaron libertades, como magistralmente los describen el Otoño del Patriarca, de García Márquez (1975), Yo el Supremo, de Roa Bastos (1984), La Fiesta del Chivo, de Vargas Llosa (2000), El sueño de los Justos, de Pérez de Antón (2008) y el Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias (1946) en la que fueron reducidas a la mínima tarea de Estado hacia aquellas funciones John Locke (1632-1704) destacó en el liberalismo clásico del el Siglo XV.
Las épicas batallas por las libertades de América en el siglo XIX tienen altos significados para comprender la historia de América y la construcción de los Estados nacionales que marcaron desde el hemisferio norte esas cruentas luchas y aspiraciones que dieron vida a la independencia que luego dio paso a la revolución mexicana.
El siglo XX fue la larga etapa que consolidó el escenario que elevó un nuevo modelo de poderes del Estado, en el que confirmó que las democracias no son concesiones generosas sino la única opción para extender derechos, instituciones incorruptibles para amplificar el sistema económico y el desarrollo de los ciudadanos. Pero ¿Y si en realidad fue una concesión generosa? ¿Cuál fue el costo o el regalo envenado de la envoltura democrática?
Es notable el siglo XX por dos grandes lecciones y preocupaciones que prevalecieron como los hitos históricos: por un lado, la defensa y construcción de la democracia, como ideal de convivencia armónica de la sociedad, libertades ciudadanas al amparo de los Estado de derecho y legalidad; por la otra, la consolidación del modelo económico donde la razón competitiva mide países, pero la acumulación de la prosperidad se concentra en pocos (Stiglitz, 2012).
Seguramente esos escenarios para mentes altamente sensibles en el control de variables económicas, políticas y sociales han de llamarles a reflexiones críticas sobre las nuevas maneras del comportamiento del poder y sus expresiones en las relaciones cotidianas del Estado. Las democracias en la América Latina del Siglo XXI las alcanzó el pasado ¿Es esta la democracia que aspirábamos…?
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