A escasos 20 kilómetros de distancia de mi casa de habitación, casa en donde vivo con mi hijo, dicho sea de paso, la persona más importante en mi vida, por quien me esfuerzo día a día para cubrir sus expectativas y sus necesidades integrales como ser humano, sucedieron hechos abominables dignos de escenas macabras y sangrientas extraídas de algún guion de televisión abierta, de esas que a diario promocionan hasta en canales llamados “nacionales”, como El Chapo, dándole publicidad a algo que de acuerdo a nuestra legislación, debería de estar penado, pero que sea el mismo Estado quien permita que hayan mensajes para promover la audiencia en determinado horario considerado como familiar, es digno de cuestionamientos hasta saber quién es el director del medio de comunicación en donde lo pautan y quienes promueven ese tipo de entretenimiento que trastorna la mente de las familias que lo único que tienen a su alcance es la televisión de señal nacional.
Durante todo el día estuve muy ocupada y me impidió ver las redes sociales para informarme de los acontecimientos del día. Cuando pude ver, tristemente empecé a leer que había sido asesinada una señorita en una vía muy transitada de entrada y salida al municipio (0 avenida de la zona 6) en una hora de mucho tránsito vehicular (15:15 horas). Esa nota fue motivo de cobertura de todos los medios locales y nacionales, cerraron los carriles de acceso y salida de la ciudad, porque era la escena del crimen y el Ministerio Público debía analizar el área para posteriormente proceder al levantamiento del cadáver. Esto creó caos vehicular, social y pánico colectivo, porque no era únicamente ese hecho delictivo a plena luz del día el que había ocurrido, sumado a ello aparecían imágenes de un motín en la Granja Penal Cantel, con reos mutilados, decapitados, videos en donde amenazaban con seguir acabando con la vida de más privados de libertad. Paralelamente a esto, se hacían presente diversas instituciones del sector justicia a observar, coadyuvar, en el proceso de diálogo con los cabecillas del suceso carcelario que puso de cabeza al Ministerio de Gobernación.
¿Qué pasa con nuestra sociedad?, ¿son en realidad centros de rehabilitación social?, ¿a qué llegan los privados de libertad a las granjas de rehabilitación del país?. Al ver los videos, las fotografías, los audios, me causó dolor de cabeza, me dieron ganas de vomitar, por esa carnicería humana, ese exceso de sangre, parecían pacas de muñecos descuartizados, oír que digan “sobran piernas y faltan cabezas”, ¡es espeluznante!, al nivel de preocupación extrema porque no están cumpliendo con el precepto constitucional de garantizar la vida humana a toda costa.
Son privados de libertad, que desde que el sector justicia los sentencia a cumplir condena penitenciaria en uno de los centros de rehabilitación destinados para ello, deben permanecer dentro y lejos de cualquier arma de fuego, objeto punzocortante, dispositivo móvil, acceso a tecnologías de la comunicación que les permita ordenar, instruir hechos delictivos que pongan en peligro a quienes están dentro con ellos, a quienes estamos fuera esforzándonos por una vida justa y equitativa y a sus familias que muchas veces no son responsables de las atrocidades que han hecho para merecerse estar dentro sin el privilegio de ver la luz del sol en compañía de sus seres queridos.
¿Qué estamos haciendo mal como sociedad?
Ayer se hicieron presente un sinnúmero de instituciones del sector justicia en esa granja penal, pero ¿y qué pasa con el Estado de Guatemala?, esas instituciones están para coadyuvar procesos de reinserción y garantizar sus derechos, el Estado de Guatemala es quien debe establecer las reglas del juego, basadas esas normas en las garantías constitucionales para todos. Respuesta, la corrupción. Sí, la corrupción que permite que los señores agentes del sistema penitenciario que están muy mal remunerados mensualmente, y a cambio de unos cuántos quetzales les dejan ingresar cualquier tipo y cantidad de armas, de teléfonos celulares, y entonces la sociedad común y trabajadora seguimos, aún con ellos dentro a merced de ellos. Y no solo son ellos, también hay que ver más arriba en la estructura organizacional del Mingob, podríamos investigar a los directores del penal.
El sistema penitenciario es el último eslabón del sistema de justicia penal, sin embargo socialmente y estatalmente se tiene la percepción que son centros de castigo en donde no importan las condiciones, y entre menos molestias provoquen, será mejor.
Sería importante esperar el mensaje del Señor Presidente y su Ministro de Gobernación (si es que llega). A ver con qué historieta nos pretenden dormir, mientras a la población guatemalteca se le olvida este acontecimiento digno de un guion del terror para la gran pantalla o la TV abierta (muy de moda en este momento) que por horas nos dejó zozobra, incertidumbre, miedo y pánico, como parte de la corta memoria social colectiva, a largo plazo que nos suele caracterizar a los chapines.
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