Don Oscar Diego Bautista, doctor en derecho de la Universidad Complutense quien publicó en el 2010 un extraordinario libro titulado “Ética para corruptos” y que fuera publicada su introducción en la revista jurídica de Universidad Autónoma de México y en la LVI legislatura del Senado del Senado de México.
No tendría nada de excepcional, excepto que el libro inicia con una serie de interrogantes lapidarias, pero con la genialidad académica que regresa a esas prácticas socráticas que permitieron en su momento el examen introspectivo del comportamiento individual y colectivo: ¿Por qué se han incrementado las actitudes antiéticas entre los funcionarios y empleados en cargos públicos? ¿Cómo construir diques para contener el mar de actitudes indeseables?
Seguramente la historia y evolución de los comportamientos cada vez más opacos dentro de la administración pública hemisférica han dado lugar a las excusas más extraordinarias de los últimos tiempos, que al repasar los caminos andados, contradiciendo a don Antonio Machado (1875-1939) que nos repetía aquello de Caminante no hay camino, se hace camino al andar…
Sin embargo, los avances en el campo técnico científico en materia de la rendición de cuentas han avanzado. El alineamiento al Convencionalismo internacional ha impuesto de manera sutil condiciones de efectividad para el cumplimiento de estándares globales homogenizados a la transparencia y la ciudadanía ha madurado en la comprensión del Estado y procesa mejor la realidad Estatal y sus opacidades. Sin embargo, ahora es más insistente y prologada la sonoridad del ruido de desconfianza y baja credibilidad institucional.
Algunos en este continente, como Daniel Zovato (2021) están convencidos que las causas provienen del agotamiento del Estado de Derecho a causa de un modelo político que lo genera, alimenta y alienta. Otros, como Aguilar Villanueva (2020) ven el modelo de gestión de políticas y perciben que se debe a la baja calidad de la prestación de servicios en la gestión de la administración pública.
Sin embargo, empieza a gestarse un sentimiento latinoamericano en el que, el escalpelo quirúrgico alcanza a un solo eslabón y se cree que pueden ser los sistemas políticos que deberán responder con mayor intermediación ciudadana.
Siguiendo el pensamiento de Mandela (1918-2013) valdrá preguntarse ¿Se pueden intencionar puntos de inflexión en la historia y qué tamaño debe ser la valentía y audacia para hacerlo?
Más allá de no caer en la trampa de escenarios insostenibles e incontestables por la realidad institucional, eventualmente parte de la solución se encuentra en el papel de las entidades públicas sectoriales (ministerios) y gobiernos municipales a partir de los sistemas de programación y presupuestación de inversiones anuales en áreas de mayor incidencia ciudadana.
La inversión pública territorial sigue siendo uno de los bastiones del reparto de la riqueza para los programas y agendas de reactivación económica. Hasta ahora más allá de las excusas y la discusión de prolongadas agendas y la distracción de mesas técnicas para reactivar la economía local, no existe ninguna acción concreta, excepto la excepcionalidad legal para los salarios diferenciados. Este podría ser el momento de poner en marcha un programa de inversiones territoriales que precipite a través de la participación de los gobiernos municipales un extraordinario Plan de Desarrollo Territorial.
Pero, hacerlo demanda que en la cadena del proceso de gasto público, desde su planificación hasta el impacto en el bienestar ciudadano, habrá que tener en cuenta los factores de la opacidad que pueden ser atribuibles a los enfoques de planificación que eventualmente deberían detectar aquellas pulsaciones del sistema que tienden a ser opacos, estos podrían ser resueltos mediante nuevas orientaciones con sentido estructural.
¿Pueden las decisiones de políticas convertirse en el eslabón crucial para alcanzar reformas que impacten en los enfoques de bienestar y sostenibilidad territorial? Las soluciones en Estado no son automáticas, dependen de decisiones políticas ¿hasta cuándo…?
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