(A propósito de construir legados y empedrar el futuro de virtudes…)
La abundancia de los relatos inspiradores hoy día probablemente vayan más a tono con lo que algunos psicólogos sociales contemporáneos llaman emociones. Ese sentimiento afectivo que a veces resulta ser un distractor más cercano a un postre emocional, que debo reconocer no fue definido como tal por Boring (1950) en sus teorías de las emociones.
En una simple digresión interpretativa, es una especie de reacción intencionada que se enlata en esa categoría de la motivación y que se destapa en sutiles dosis edulcoradas con imaginarios que trastocan la oxitocina (hormona del placer) y hace sentir realizaciones por algo que vendrá o lo peor a falta de lógicas, no lograrán entender que no existe.
Pero no. No es de esas inspiraciones que nos repite la mercadotecnia publicitaria… sino aquel relato en uno de los hombres históricos que desde la poltrona de Washington en la guerra de secesión (1860-1865) en Estados Unidos impulsó la batalla por la eliminar la esclavitud de los negros, razones inacabadas hasta el día de hoy en ese país.
Cuenta el relato que, “uno de los cañones camino al campo de batalla quedó hundido entre humedales. Un joven oficial de soberbio carácter, con la exaltación arengaba con insultos a la tropa para sacar el cañón. El escándalo desvió del camino al distinguido forastero. Fue increpado y obligado a sumarse al caos. Se acercó, ordeno rápidamente la forma de resolverlo. Al finalizar y a punto de partir el oficial pidió al forastero identificarse y este dijo: soy Abraham Lincoln, Presidente de los Estados Unidos, la próxima vez que tenga un problema llámeme…“(Prieto, 2009)
Esta crónica de guerra probablemente no ocurrió. Pero no cabe duda que el relato contiene ruidos semánticos extraordinarios revelados sin mayor complejidad narrativa. Tiene la fuerza contundente que la hacen incontestable: inspiración, testimonio y ejemplo.
La inspiración es esa corriente invisible que conecta escenarios a veces imaginarios capaces de crear los más elevados estados emocionales que impulsan insólitas y audaces imágenes de un acontecimiento, invención, poesía, relato, periplo y hasta de ver el paraíso como ocurrió con Martín Luther King (1963).
Cuando la inspiración se convierte en la síntesis de aquellos que construyen rutas con la valentía y la audacia de navegar contra fuerzas contrarias o avanzar frente a lo desconocido, producen un comportamiento que contagia y produce testimonio.
El testimonio es concretar la síntesis de la inspiración. En ocasiones con el poder y elocuencia de la palabra hablada (lideres religiosos y políticos) que a través del discurso detonan la inspiración en acciones pueden encender el hilo de las grandes cruzadas de la humanidad o pueden cambiar un escenario de la realidad por otro ¡porque lo imaginan!
En otros, con la fuerza del sustantivo encienden la palabra escrita en esas excepcionales fuentes que bajo el testimonio del verbo adquieren la hecatombe de emociones para alcanzar andenes superiores (escritores, poetas, filósofos).
Y cuando la impronta adquiere la imagen del hombre cotidiano que se enfrenta a los pedestres sentidos de la realidad para conducir instituciones, empresas, sociedades y familia, la virtud de la dirección y el liderazgo sellan estilo… pero, será el ejemplo de sus actos el activo con la mayor plusvalía que distinguirá su presente o su legado.
Atar inspiración, testimonio y ejemplo, no solo resulta de elevada complejidad, sino de uno de los ejercicios cuidadosamente adosados con el matiz de criterios que le son ineludibles e insoslayables: mesura, bondad, decoro, y sobre todo lealtad a los principios. El Informe Inspire Infocus (2021) define 8 variables donde personas encuentran inspiración. Dijeron que las historias de honestidad y bondad fueron ambas valoradas en un 41%.
Recientemente un funcionario público me expresó que le resultaba cómico y ofensivo que sus más cercanos colaboradores lo exaltaran con virtudes que nunca tuvo y que jamás podrá adoptar porque esas virtudes dependen de otras experiencias y prácticas que no le son suyas… No cabe duda, es poniendo a prueba el escrutinio diario de mostrarnos con la transparencia de lo que hacemos, decimos, pensamos y compartimos
“No te olvides, recuerda que eres mortal…” (Tertuliano, 160-220 C). No cabe duda, las pequeñas hazañas se mantienen cuando son fijadas por el ejemplo. Si no, se alojan en las arcanas del olvido y es como si no hubiera sucedido la historia. ¿Empezamos a consolidar el legado de hoy para empedrar las virtudes del mañana? ¿Por qué esperar a que nos alcance la historia…?
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