Hace poco más de una semana que Alan llegó a Estados Unidos. Fue el final de una travesía que empezó en su natal Lima, Perú. Allá dejó a su esposa y a su hija pequeña. “Decidí dejar a mi esposa en casa de mi suegra, dejé la casa sola y decidí venir con mi hijo de 14 años porque yo estaba siendo perseguido por la mafia”, relató el hombre, que quiere preservar su anonimato por miedo a represalias, en declaraciones a la Voz de América.
En Perú trabajaba como transportista, pero cada vez se veía “más acorralado” por los grupos criminales. “Soy chofer y a mí me querían obligar a pasar armas y drogas de un distrito a otro dentro de Perú”, dijo Alan, que residía en el distrito de Puente Piedra.
Quería llegar a Estados Unidos en busca de una vida mejor, pero no ha sido un camino fácil. Tomó la mayor parte de sus ahorros y compró un boleto de avión para Ciudad de México para él y su hijo. Una vez en la capital mexicana emprendería lo que para él ha sido “una auténtica pesadilla”.
Tomaron un autobús que los llevaría a Monterrey, muy cerca de la frontera entre México y Estados Unidos. Pero de repente, “varios individuos subieron al vehículo y nos empezaron a robar todo lo que llevábamos encima”. “Subieron a robarnos, nos quitaron, nos despojaron de todo”, comentó el hombre.
Más tarde -explica- un oficial de migración mexicano se subió al autobús para verificar que todos los que estaban en el interior tenían una cita con las autoridades migratorias de Estados Unidos para procesar un asilo a través del sistema CBP One. Alan lo había planificado todo y tenía la luz verde de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EEUU (CBP, en inglés) para poder iniciar los trámites una vez llegar a la frontera estadounidense. «Veía la luz al final del túnel, sentía que ya estaba llegando al final de la travesía», comentó.
Poco a poco se iban aproximando a Reynosa, la ciudad mexicana que queda colindante a McAllen, en Texas. Pensaba que ya había llegado. Pero no fue así. “El autobús empezó a ir cada vez más despacio, volteó en una esquina y nos empezaron a bajar a todos, uno por uno. Nos dijeron que habíamos sido secuestrados”, recuerda aún con lágrimas en los ojos.
En cuestión de segundos, su plan por llegar a la frontera se vio frustrado por los miembros del Cártel de los Escorpiones, según le explicaron a él una vez llegó a “una sala oscura, con mucho olor a podredumbre y sin prácticamente no ver la luz del sol”.
“Cada día que pasaba parecía que fuera un año, se me hizo eterno sobre todo porque no sabía si íbamos a salir con vida de ese lugar”, dice Alan a la VOA. Poco después, le indicaron que iban a ser propiedad del Cártel de Sinaloa. “No sabía qué es lo que estaba pasando, nos dijeron que nos habían vendido como si fuéramos mercancía”, comenta.
A medida que pasaban las horas, el hombre se estaba arrepintiendo por haber tomado la decisión de llegar a la frontera en esas condiciones. Pero no tenía otra opción.
Finalmente, los miembros del cártel, según explica él, le indicaron que llamarían a su familia para pedir un rescate de 4.000 dólares: 2.000 por él y 2.000 por su hijo.
“No sé cómo pudieron reunir el dinero, pero después de todo lo consiguieron y pudieron liberarnos”, dijo el hombre. Confiesa que algunos de los miembros incluso le insinuaron que violarían a él y a su hijo en caso de que su familia no pudiera conseguir el dinero en el tiempo estipulado.
Es lo que le ocurrió a otros, que también estaban en el mismo lugar y que no corrieron la misma suerte. “Violaron a un muchacho hondureño gay y a una chica, no tenían dinero y compraron su libertad de esta forma”, recuerda el hombre. “También había una familia de colombianos junto a sus dos hijos de 10 y 13 años y los miembros del cártel los miraban con mucha maldad, era terrible”, dijo.
Después de todo, él y su hijo podían respirar tranquilos. Por fin habían sido liberados y se dirigían a la frontera de Estados Unidos. Tras presentarse a un oficial de inmigración con la cita del CBP One aprobada, una medida que impulsó la Casas Blanca para agilizar los trámites y descongestionar los pasos fronterizos, ahora está esperando una cita con el juez.
“Me puedo quedar en Estados Unidos mínimo hasta junio, que es cuando tengo cita con inmigración para que explique mi caso y valoren si ocupo los requisitos para pedir un asilo político”, dijo el hombre.
Estuvo dos días en un albergue de McAllen y después se fue a Tennessee, donde tiene una prima que lo acogerá durante todo este tiempo. “Ahora empieza una nueva vida, quiero lo mejor para mi hijo, quiero vivir con seguridad, es lo más importante”, relató el hombre que ha tardado casi dos meses en culminar su viaje desde Perú a Estados Unidos.
No es un caso aislado
Esas primeras horas en Estados Unidos las pasó en el refugio que Catholic Charities tiene en la ciudad de McAllen. Su caso no es aislado. Una miembro de la organización en esa ciudad fronteriza, cuya misión principal es proporcionar ayuda inmediata a los migrantes que acaban de cruzar la frontera y no tienen un hogar, explica que en los últimos meses se han visto muchos casos de migrantes que han sido “atacados” por miembros de los cárteles de la droga mexicanos.
“Tratamos de mantener el anonimato de todos ellos porque realmente hay miedo por las consecuencias que pueden tener”, explica la mujer a través de una comunicación con VOA.
En este lugar, aseguran que algunos de los migrantes que llegan hasta aquí han contado historias similares a las de Alan. “Suelen ser víctimas de los cárteles de la droga, les secuestran a cambio de un rescate y parece que están muy bien organizados para aprovecharse de la necesidad que tienen”, agrega al respecto.
Con todo, desde la organización tratan de ayudar en todo lo posible para que la adaptación de los nuevos migrantes sea “lo mejor posible”. “Para ingresar a este refugio deben ser unidades familiares, es decir, no puede venir un miembro solo de la familia. Y aquí pueden quedarse un máximo de 24-48 horas mientras buscan un lugar donde ir”, dice sobre este lugar que también tiene asesores dedicados a explicar el tipo de ayudas a las que pueden acogerse en Estados Unidos, entre las que están la escolarización gratuita para los hijos.
Información y fotografía Antoni Belchi / Voz de América