Ricky Leopoldo Pineda, un joven de 26 años perteneciente a la etnia indígena mayagna, se convirtió recientemente en el orgullo de su comunidad por ser el primer médico de Bosawás, un territorio de Nicaragua protegido por sus recursos naturales y biodiversidad, pero también olvidado por el Estado, de acuerdo con reportes de organismos de derechos humanos y ambientalistas.
Pineda, el tercero de ochos hermanos nacidos de una familia humilde en Bosawás, narra que primero quiso ser sacerdote. Pero durante un parto en el que su mamá casi pierde la vida, su vocación cambió.
“Muchas campesinas fallecían por muerte materna», dijo Pineda. «Necesitaban a alguien que los ayudara”.
El último parto de su madre «fue en una lancha, y ningún médico la atendió, sólo una partera. Fue un parto en la selva, y nunca me imaginé que mi madre iba a pasar un momento tan doloroso”, contó el joven médico a la Voz de América.
La mortalidad materna en Nicaragua fue de 31.4 por cada 100.000 nacimientos en 2022, según las cifras oficiales más recientes divulgadas en el Mapa de Salud del Ministerio de Salud (MINSA). Ese año se registraron 37 muertes maternas en todo el territorio nacional, sobre todo, en el centro-norte de Nicaragua y la Costa Caribe, donde nació Pineda.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la muerte materna suele ocurrir en el lapso que comprende desde la gestación hasta 42 días después del parto.
Pineda creyó que estudiar medicina llevaría «luz» a su comunidad, algo que considera un reto tomando en cuenta que en Bosawás y otros poblados indígenas en Nicaragua cuentan con una «precaria infraestructura sanitaria».
Una beca logró el cambio
Ricky Pineda estudió en la Universidad Católica del Trópico Seco (UCATSE) de 2015 a 2022, gracias a una beca que le otorgó el entonces obispo de la diócesis de Estelí, Abelardo Mata, quien era el director de ese centro de estudios.
Las becas en la UCATSE eran entregadas a personas de escasos recursos, hasta que fue la universidad fue clausurada por el gobierno de Daniel Ortega en febrero de 2022 junto a seis casas de estudio más por supuestas inconsistencias en sus estados financieros.
El joven indígena comenzó sus prácticas prehospitalarias en un centro médico de la zona desde que cursaba la mitad de la carrera. “Primero fui voluntario de los enfermeros, luego estuve tres o cuatro meses en la montaña con las enfermeras. Íbamos a vacunar”, dijo.
Pineda dice que su niñez estuvo marcada por la pobreza y desde pequeño se desempeñaba en trabajos del campo junto a su abuelo y su papá, Leopoldo Pineda Padilla.
“Mi abuelo y mi papá me instruyeron muchísimo en el trabajo en el campo porque allá los niños desde los seis, siete años, cuando tienen ya uso de razón, comienzan a llevarlos a la montaña, a la siembra, a la limpieza”, dijo Pineda a la VOA.
Pero aun así asistía a clases para continuar sus estudios, con deseos de superación. “Me tocaba ir a la escuela descalzo, con un cuadernito, pero esa infancia me marcó mucho. Tenía siempre ganas de ir a la escuela”, contó.
Las complejidades para personas como Rick Pineda no son las únicas.
Comunidades vulnerables
Anexa Alfred, miembro del Mecanismo de Expertos sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (MEDPI), un organismo asesor del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, dijo a la VOA que la situación para estos grupos poblaciones son de extrema vulnerabilidad.
Alfred sostiene que tanto en el factor salud como de educación, las comunidades indígenas enfrentan grandes retos.
El doctor Pineda, por ejemplo, sigue sorteando desafíos.
«Estoy ejerciendo mi profesión de forma independiente, dando consultas de forma privada con citas y visitando las comunidades, pero aún no tengo trabajo formal», concluyó.
Información de Houston Castillo Vado / Voz de América / Fotografía Cortesía