Por Fredy López |
Kevin, de 26 años, originario de Honduras, comenta que desde niño llegó a Quetzaltenango para estudiar. Indica que por las mañana se dedica a desarrollar malabares en los semáforos y a partir de las 12 horas —mediodía— labora en un bazar de artículos.
El joven, quien no proporcionó su apellido, indica que su pasión por los malabares inició cuando su mamá tenía un local de comida y cerca de ese lugar, en un semáforo, llegaban varias personas a hacer malabares, eso llamó su atención y fue aprendiendo poco a poco.
Comenta que viajó por 5 años en toda Centroamérica y algunos estados de México para perfeccionar su técnica en malabares.
En la actualidad pertenece a un colectivo de malabaristas del municipio de La Esperanza, Quetzaltenango, donde organizan actividades y presentaciones.