Por Shirlie Rodríguez |
La nómina de salarios proporcionada por el Congreso de la República de Guatemala indica que al mes, un diputado promedio, gana Q24 mil 150 (Q805 al día al dividirlo en 30), realidad que contrasta con la inversión diaria por cada niña que es solo de Q5.28.
El estudio “Inversión pública dirigida a niñas y adolescentes en Guatemala”, desarrollado por la Coordinadora Institucional de Promoción por los Derechos de la Niñez (Ciprodeni), refleja que el Estado de Guatemala tiene un marcado desinterés de velar por el bienestar de las niñas.
El estudio, presentado en el marco del Día de la Niña (11 de octubre), indica que en el ejercicio presupuestario de 2017 y 2018, el Estado invirtió 1.3 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), lo que significa que al día invirtieron solo Q5.28 para el bienestar de cada niña y adolescente.
Sergio Lobos, coordinador del Observatorio de los Derechos de la Niñez de Ciprodeni, menciona que la cifra de inversión en las niñas y adolescentes es sumamente baja y que con esa cantidad no se puede generar respaldo a este sector de la población. Indicó que una parte considerable del dinero está, principalmente, destinada para el pago de salarios y no llega a beneficiar a las niñas y adolescentes del país.
Lobos menciona que con esta baja inversión se están privando los derechos de las menores de edad, entre ellos, el acceso a la salud, educación y alimentación, por ello, hacen el llamado a las autoridades para prestarle más atención al tema.
“Esto genera que las mujeres sean relegadas a roles que nos les pertenecen y se fomenta la idea errónea de que las mujeres son menos que los hombres. No deben permanecer en roles de género impuestos”, dijo Lobos.
Pese a este panorama, las niñas y adolescentes que tienen acceso a la educación presentan mejores resultados en comparación a los hombres. Los resultados en lectura y matemática son superiores, además tienden a permanecer en la escuela y terminar los grados académicos, según datos del Ministerio de Educación (Mineduc).
Lobos concluye que los motivos de deserción escolar en las niñas se deben a factores externos, porque los padres o familiares evitan que continúen en la escuela para que se hagan cargo de oficios domésticos, tener el rol de madre desde temprana edad o cuidar a familiares enfermos.