Por Fernando Castellanos |
Este 27 de agosto es el Día de Santa Mónica, patrona de las mujeres casadas y Madre de San Agustín.
Nació en Tagaste, Numidia (actual Argelia en África), en el año 331 después de Cristo.
Cuentan las crónicas que Mónica siendo joven y por un arreglo de sus padres, se casó con Patricio, un hombre violento y mujeriego, algunas mujeres le preguntaron por qué su marido nunca la golpeaba, entonces les dijo: «Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio, cuando él grita, yo me callo, y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues…. no peleamos».
Sin embargo, Mónica nunca dejó de rezar y ofrecer sacrificios por la conversión de su esposo, quien cambió de vida, se bautizó y murió como buen cristiano.
Pero su dolor no terminaría ahí. Agustín, su hijo mayor, tenía actitudes egoístas, caprichosas y no se acercaba a la fe.
Llevaba una vida disoluta y ella sufría por ver a su hijo alejado de Dios.
Es por eso que, durante años, siguió rezando y ofreciendo sacrificios. Cierto día se acercó a un obispo para contarle su pesar.
El prelado le respondió diciendo: «Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas».
Ella siente realizada su misión cuando, tiempo después, San Agustín es bautizado en la Pascua del año 387 después de Cristo.
Mónica muere en el puerto de Ostia, África, a los 55 años.